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La Lista roja del Patrimonio histórico que elabora Hispania Nostra incluye en tres ocasiones a Toledo capital: la necrópolis medieval islámica y judía, la torre de Alfarach y el propio río a su paso por Toledo. Pronto, esperemos, también lo estará la Vega Baja. Es difícil hoy mantenerse al margen de estos debates que, poco a poco, han conseguido trascender el ámbito local y convertirse en algunas ocasiones en debates públicos nacionales, especialmente la Vega Baja, cuyo riesgo de pérdida ya ha sido advertido por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando o el ICOMOS. El estado del Tajo, el sangrante trasvase y la sistemática contaminación que recibe de varios de sus afluentes, desafortunadamente siguen sin representar un problema político de primer orden a nivel estatal.

De los tres deshonrosos integrantes toledanos de la Lista Roja, la Torre de Alfarach se lleva sin duda la peor parte. Su invisibilidad, su lejanía, su escaso atractivo (que no potencial) turístico, su origen andalusí y su estado de ruina tienen la culpa. Alfarach representa la realidad de la conservación de lo que fue durante siglos la muralla sur de la ciudad, comida por la maleza de una senda ecológica muy descuidada y visible sólo para quienes levantan la cabeza durante sus paseos por el río. El mal estado del río, sin duda, repercute a que toda esta zona sea poco atractiva para locales y aún menos para turistas, que a diario hacen cientos o miles de fotos de un río menguado y contaminado que circulan por redes sociales sin que parezca importar a muchos el asqueroso estado que presenta. El olvido de los restos defensivos del Toledo medieval lleva a escuchar a veces que Toledo nunca tuvo murallas por el sur porque se defendía únicamente con el río.

Así que he pensado recuperar unas cuantas fotos de varios paseos por el río (ninguno de hoy ni de la semana pasada) donde fui fotografiando lo que queda de las defensas del sur de la ciudad, levantadas a partir del siglo IX. Así podéis conocer su lamentable estado pero también su valor y su historia, diametralmente opuesta al estado en que se encuentran.

Vista de la muralla norte y la Puerta de Bisagra desde el interior de la Puerta de Alfonso VI

Las murallas de Toledo

Desafortunadamente no es mucha, ni muy actualizada, la bibliografía que tenemos sobre las murallas, puentes y puertas de Toledo, entre la cual los estudios sobre el sur son insignificantes. El Centro de Documentación del Ayuntamiento arroja unos cuantos títulos, la mayoría de ellos de hace un siglo o más, y más recientemente la Plataforma Toledo. Sociedad, Patrimonio y Cultura ha ido compilando las más destacadas, buscando crear un catálogo bibliográfico actualizado del patrimonio toledano.

Las murallas de Toledo fueron declaradas Monumento Nacional hace 100 años, que se cumplirían entre diciembre de 1920 y diciembre de 1921. Ya entonces los informes advertían del riesgo de pérdidas irreparables y de la suplantación de algunas partes originales por reconstrucciones modernas. Como se lee en el informe redactado por el académico Vicente Lampérez en 1921, fueron tres los recintos amurallados descritos y presentados para la obtención de la categoría de Monumento Nacional: el visigodo de Wamba, el andalusí (Lampérez lo llamaba «mahometano») y el medieval (que Lampérez llamaba de «la reconquista»). Ya entonces el estado de abandono, heredado del XIX y de la pérdida del uso que tuvieron, hacía evidente que había partes perdidas para siempre y otras presumiblemente soterradas, sin excavar. Aún los toledanos no eran conscientes de la sorpresa que les esperaba cuando se excavase y recuperase la Puerta del Vado.

Informe del académico Vicente Lampérez, 1921

No ha sido hasta las últimas décadas del siglo XX cuando la arqueología y la universidad volvieron a dedicar esfuerzos y dinero en actualizar lo que se sabía de las puertas, puentes y murallas toledanas desde sus orígenes, pasando por la adaptación y mínimas reformas visigodas, hasta el gran sistema de amurallamiento andalusí y medieval que dio forma a las murallas actuales. Hoy por hoy, el trabajo más actualizado sigue siendo el coordinado por Jesús Carrobles, Las Murallas de Toledo, editado en 2004 por la Fundación Caja Madrid. Inaccesible desde casa salvo compra a través de plataformas tipo Amazon o Iberlibro, así que os dejo aquí este otro algo menos actualizado por si os apetece en estas semanas que nos quedan de lecturas y recogimiento conocer mejor la historia del sistema defensivo de Toledo.

Las murallas toledanas cuentan con sus lienzos más antiguos, del siglo VIII, en la parte norte, la más conocida y vistosa que recibe a los visitantes y locales que cruzan la Puerta de Bisagra y suben andando hacia Zocodover dejando de lado la Puerta del Sol o Bab al-Muawiya, en homenaje al califa Muawiya I, fundador de la dinastía Omeya que regiría los destinos de al-Ándalus durante más de dos siglos. Qué gran museo o centro de interpretación del Toledo andalusí, de la ciencia andalusí, que podría ser este lugar, cerrado desde años a cal y canto, especialmente ahora que preparamos el centenario de Alfonso X cuyo legado resulta incomprensible si no visibilizamos más la base de la revolución alfonsina y el conocimiento heredado de al-Ándalus…

 

Puerta del Sol (Bab al-Muawiya) de frente y Bab al-Mardum a la derecha (Foto de David Utrilla)

Este sector norte es lo que todo el mundo reconocería como muralla toledana a primera vista, dado su buen estado de conservación (la mayoría de este sector son construcciones posteriores medievales, no visigodas) y la facilidad de acceso. Podemos dividirlas en seis tramos distintos de acuerdo a la información que facilita la Consejería de Cultura:

– De la Puerta de Alcántara a la del Cambrón o Bab al-Yahud, el acceso de la Madinat al-Yahud andalusí, la judería.

– Del Cambrón al Puente de San Martín

– Carreras de San Sebastián con la Torre del Hierro como elemento destacado.

– Desde el alcázar a la Puerta de Alcántara

– Antequeruela, limítrofe con la Puerta del Vado y lo que antes fue la iglesia de San Isidro

– Arrabal de Santiago o barrio de la Granja.

Me interesan para este artículo únicamente los sectores II, III y IV, los más desconocidos incluso para quienes somos de Toledo, por el estado ruinoso que presenta esta línea de muralla que en tiempos contó con puertas hoy perdidas, torres, corachas y todos los elementos propios de un sistema defensivo. Durante el largo siglo XIX, el abandono de unas defensas que dejaron de tener uso favoreció que la gente reaprovechase los materiales constructivos de las murallas en sus propias casas, y la maleza de la ribera del río hizo el resto.

La muralla andalusí de Tulaytula parte de la herencia visigoda, o sea, romana en su mayoría, pues el rey Wamba (siglo VII) basó su proyecto defensivo en la reforma de la muralla romana y el levantamiento de una nueva línea. Se supone que el crecimiento de Toledo, convertida ya en capital política y religiosa del reino, conllevó también la ampliación de las murallas por la zona oeste, continuando por la Torre de los Abades y siguiendo por la actual Puerta del Cambrón hasta el Puente de San Martín, ambos inexistentes entonces.

Las Murallas y las puertas de Toledo (Manuel Carrero)

 

Según las crónicas, Tariq ben Ziyad llegó a una ciudad abandonada, sin poder militar ni político que la defendiera. Se encontró con una capital de un reino poco próspero económicamente, pero mantenida a nivel urbanístico, sin conquista que implicase destrucción ni ruina. Y con un sistema defensivo puesto a punto pocas décadas atrás. La Tulaytula andalusí silenciaba el nombre del Toledo visigodo y se convertía, de nuevo, en una ciudad sin reyes aunque los Omeya, establecidos ya en Córdoba, se refiriesen a ella como la Madinat al-Muluk, la Ciudad de los Reyes. Tulaytula aceptó sin mucha resistencia, al igual que el resto del extinto reino visigodo, la nueva realidad política y religiosa tras la conquista. Pero jamás perdonó dejar de ser capital central, de lo que fuera, se llamase reino o emirato. La historia de los dos primeros siglos de Tulaytula es la de una ciudad rebelde de forma sistemática frente al poder central que los Omeya establecieron en Córdoba, con negociaciones, pactos, acuerdos y sometimientos violentos en algunas ocasiones que condicionaron el urbanismo y sus sistemas de defensa. Y fue un toledano, el emir Abderramán II, del que ya os hablé el otro día, junto a su hijo Mohammed I, quienes dieron forma a las murallas y defensas de (y contra) Tulaytula. La ciudad volvió a vivir la prosperidad económica que provocó un notable crecimiento demográfico, así que hubo que ampliar las murallas por el flanco más vulnerable, el río. La comunidad judía fue desplazada a la medina de los judíos, la actual Judería, que a la vez contaba con sus propias puertas, castillos y murallas. Todo este sistema defensivo traspasó los límites de Tulaytula para continuar a 70 kilómetros, donde los emires cordobeses levantaron fortificaciones y plazas para el mantenimiento de tropas con el que sofocar las revueltas de los desobedientes toledanos, que seguían sin aceptar la pérdida de la capitalidad. Una de esas fortificaciones militares, con el tiempo, se convertiría en la villa de Madrid.

 

 

                                   Las murallas de Toledo por el sur. Del Puente de San Martín a la Puerta del Hierro

Así fue edificada la línea de muralla que hoy cuesta imaginar cuando se pasea por la Senda Ecológica, del Cambrón a la Torre del Hierro. Os dejo aquí el enlace con todas las fotos, ordenadas desde el Puente de San Martín hasta el de Alcántara, por si os apetece tenerlo abierto e ir viéndolas

 

Murallas acompañadas de otros elementos como corachas y torres albarranas, que servían para facilitar el paso de tropas y vecinos entre las murallas cuando las puertas estaban abiertas, y formando una barrera perpendicular al recinto cuando se cerraban. Se conservan varios restos, mejor o peor conservados, como las del Baño de la Cava, las que formaron parte del recinto estratégico en la curva del río que dio origen a los molinos de Daicán, y la de la Antequera que protegía el acceso al alficén, recinto que protegía a la guarnición militar y al poder político.

 

Torre de Alfarach sobre el río y los molinos de Daicán o Daycán

 

Al-Faraj pudo ser una familia que tuvo que contar con varios miembros distinguidos en la ciudad. Uno de ellos el célebre poeta de la corte de al-Mamum, representante del cénit cultural y científico de aquel Toledo andalusí. También, quizá, quien diseñase, edificase, defendiese o a saber qué función desempeñó en relación a esta torre albarrana que hoy es conocida como de Alfarach. Ocupando la curva occidental del Tajo en dirección al Puente de San Martín, justo debajo del Convento de San Gil que hoy ocupan las Cortes de Castilla-La Mancha y sobre los restos de los molinos de Daicán y de la Reina. Otra opción es que su nombre derivase de alguna familia (mozárabe según Julio Porres) como podrían ser los al-Faray. La documentación es escasa en ese sentido, y de no tomar medidas de para su conservación, también lo serán los restos materiales para poder estudiarla mejor y datarla con mayor precisión. Su situación de total abandono es alarmante -motivo por el que Hispania Nostra decidió incluirla en su Lista Roja-, y la pérdida de algunos elementos que aún se conservaban el siglo pasado como arcos y muros nos tiene que hacer tomar conciencia de la situación sin retorno a la que estamos llegando.

Pasando Alfarach, la muralla continuaba dando la vuelta al Tajo en dirección a la Puerta de Doce Cantos, donde se unía ya al alficén y al recinto defensivo que se formaba en esa zona con la desaparecida Plaza de Armas del Puente de Alcántara sobre los restos del acueducto y artificio de Juanelo Turriano.

 

Restos de muralla del Alficén llegado a la Puerta de Doce Cantos

 

Me gustaría pensar que con este artículo se hace un poco más visible el deterioro del río y todo lo que implica el entorno más cercano, desde sus riberas a las vegas, origen de la vida de esta ciudad. Las murallas de Toledo han corrido una suerte desigual, mantenidas en su parte norte gracias a restauraciones posteriores y olvidadas en el sur tras caer en desuso. El desuso genera desinterés, el desinterés falta de estudios y de financiación, y las murallas sufrieron lo que quizá no somos conscientes de que será el gran problema urbanístico y patrimonial de Toledo: el desuso de los conventos tras la falta de vocaciones y la imposibilidad de mantenerlos en pie como no haya un plan efectivo de actuación. Ahora mismo las monjas de Santo Domingo el Real tienen que afrontar una nueva obra que costará miles de euros y que vuelve a poner de manifiesto que, incluso en las partes más cuidadas y modernas de la muralla, sigue haciendo falta interés, financiación y conservación. Ojalá y no lleguemos con ellos al punto que han llegado todas las construcciones de este artículo.

Espero que este pequeño artículo os anime a pasear por la Senda Ecológica mirando hacia arriba, que tenemos mucha historia que volver a poner en valor unida a un río que pide ayuda a voces.

 

Tenéis aquí todas las fotos, a buena resolución por si os apetece descargarlas. 

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