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El viernes, muy a lo jíbiri, el Pachacho de Orcera se marcó 15 minutos de entrevista con Federico Martín Bahamontes. Eso sí que es historia de Toledo y no las chapas que habitualmente suelto yo en las rutas. Contó lo que tenía que contar: que fue y que es un máquina del deporte, que ganó prácticamente todo lo que tuvo a su alcance, entrenando mucho y chuleando más a sus rivales durante años. Un toledano de la posguerra que pudo combinar su pasión con su trabajo para paliar las necesidades que se tenían en la España de los 40: comer y ganarse la vida como buenamente podían.

Terminar los Tours de Francia y las Vueltas a España que el terminó, en las condiciones en las que se corría, es ya de por sí increíble. No digamos ya ganarlos. Y comiendo helados entre puerto y puerto. Casi ná.

Más de tres siglos atrás, uno de sus vecinos de barrio, Lope de Vega, definía el amor como algo indefinible diciendo que sólo «quien lo probó, lo sabe». «Siendo pa’rriba, la cosa va bien» dice Bahamontes en la entrevista, recordando cómo con su carretilla y su bici se fueron volviendo llanas las muchas cuestas de Toledo. Una pena que tras su jubilación su tienda no se convirtiese en un museo, manteniendo un poco la identidad de una ciudad que ve cómo se diluye la suya a pasos agigantados, entre franquicias y negocios globales.

Historia de Toledo. Disfrutadlo.

 

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