La Historia son unas gafas con las que miramos al pasado y están cargadas de prejuicios. Miramos con cierta soberbia a las sociedades de antes y se nos escapa una risilla mientras pensamos: “¡pobres, qué cosas pensaban!”, sin darnos cuenta de lo poco que ayuda esto a entender sus miedos, sus anhelos, sus emociones. Por eso nos cuesta entender la inmensidad de significados que tenían conceptos como el de magia.

Presentación del Picatrix en Toledo
La línea roja entre magia, medicina y religión que hoy tenemos clara se cruzaba en todas las direcciones una y otra vez. Todas se entendían parte de un mismo camino que buscaba dar respuesta a los infinitos enigmas de un universo que se suponía creado por Dios. Tan necesarios eran los avances médicos como una oración cuando alguien quería curarse, el desarrollo de la trigonometría esférica y de la arquitectura como un amuleto o una reliquia o la observación astronómica empírica unida a la influencia astrológica para que lloviese o se tuviese buena fortuna. Las líneas rojas de nuestra visión racional son hoy una de esas gafas mal graduadas.
Todo era mucho más incomprensible que ahora, y todo camino para comprenderlo era válido, ya fuese lícito o ilícito. No importaba tanto el “qué se hacía” sino el “quién lo hacía” y “para qué se hacía”. El judaísmo, el cristianismo o el islam eran caminos que discurrían en paralelo hacia un mismo fin, cargados de idénticas supersticiones y heterodoxias. Todas bebían de las mismas fuentes y todas confluyeron en Toledo durante los siglos centrales de la Edad Media, en distintos proyectos de traducción que acercaron los saberes orientales arabizados e islamizados a una Europa intelectualmente estancada que comenzó a recibirlos nuevamente tras desarabizarlos y desislamizarlos. De la Tulaytula andalusí de al-Mamúm a la Toledo castellana de Alfonso X.

Nueva edición del Picatrix por Mochuelo Editores
Nada más acceder al trono, Alfonso X encargó sólo para él la traducción de un tratado de magia y fabricación de amuletos con los que garantizarse un camino propio y provado hacia ese conocimiento islámico, ahora accesible gracias al ingente caudal de textos contenidos en las bibliotecas de un Toledo conquistado siglo y medio atrás. Uno de aquellos textos era el Ghayat al-Hakim, una obra escrita en la Córdoba omeya y que, a su vez, recogía las visiones arcaicas de cultos mesopotámicos, nabateos, griegos y las mezclaba con visiones actualizadas de astrología y matemáticas vanguardistas como las que se desarrollaban en aquel mundo islámico del siglo X. En manos de Alfonso X, la traducción de aquel manual de astromagia ya desarabizado cambió su nombre y pasó a la historia con el que hoy lo presentamos, el Picatrix.
La magia contenida en este libro parte de un supuesto aceptado, más allá de las diferencias cristianas o musulmanas: la correspondencias (simpatías y antipatías) que rigen a animales, plantas, minerales, incluso los colores y las escrituras por un lado, y por el otro las entidades celestiales y espirituales. Es decir, que los planetas, las estrellas y todo lo inalcanzable de la creación divina, tienen influencia en los seres vivos terrenales y que, a través de la fabricación de amuletos y talismanes, esa energía, esa influencia, se puede canalizar y aprovechar. Y eso es lo que interesaba a Alfonso X, pues ofrecía una herramienta tan poderosa como peligrosa: jugar a ser Dios. Un tratado de magia como este posibilitaba a quien lo tuviese ejercer de mago y no seguir la vía tradicional por medio de la sumisión a los dogmas religiosos para entender el universo. Posibilitaba tener un contacto con la divinidad (que nadie negaba) sin mediadores, gracias a la fabricación de amuletos que complementasen el otro camino, el ortodoxo y lícito que suponía la creencia religiosa. Magia y amuletos eran una manera de reforzar y empoderar las oraciones, de cargarlas aún de más poder.

Salón Rico de Toledo, lugar de presentación del Picatrix
El Picatrix que ordenó traducir sólo para él, fue transmitiéndose a lo largo de los siglos hasta hoy, que resultaba imposible encontrar en librerías de primera o de segunda mano. El viernes presentaremos esta nueva edición cuidada y colaborativa en la que nos embarcamos hace años, en plena pandemia, junto a Tomás y Andrea de Mochuelo Editores y en colaboración con artistas como Rodrigo Cuberas, que se ha encargado de diseñar y grabar la portada de la obra y las ilustraciones de la edición para coleccionistas que se ha agotado antes de poder presentarla. Yo me encargo de la introducción y el contexto histórico de la obra.

Interior del Salón Rico de Toledo, lugar de presentación del Picatrix
Y lo haremos en el Salón Rico, uno de los lugares que mejor explican esa continuidad histórica de lo andalusí a lo castellano, de la Tulaytula islámica a la Toledo medieval que mantuvo durante algunos siglos más esa herencia islámica visible en espacios como este y en proyectos como el de Alfonso X.
Os esperamos el viernes a las 20:00 en el Salón Rico, a apenas unos pasos de la Plaza de Zocodover.