No son muchas las ocasiones en la que una noticia sobre arqueología salta a los medios. Menos aún a los medios españoles, así que no busquéis esto que os vengo a contar en ningún periódico, y sí en ese cajón de sastre que es Yahoo, donde lo leí hace unos días. Para suerte de todos y alegría de muchos (como yo), las excavaciones en la mezquita de Noh Gonbad de la región afgana de Balkh han conseguido llamar la atención de medios internacionales. Y bien lo merece como podéis comprobar en este vídeo, porque cuando terminen y publiquen sus resultados entenderemos también mejor otros complejos arquitectónicos religiosos como la mezquita toledana de Bab al-Mardum.
Situada en medio de una enorme región de fértiles cultivos, es uno de los ejemplos más puros de arte samánida, el desarrollado por una de las primeras dinastías de emires de Irán que extendieron su poder en los primeros momentos del Islam por un amplio territorio que se extendía por el actual Irán, Afganistán y gran parte del Asia central.
Noh Gonbad, la Gran Mezquita de las Nueve Cúpulas, es también conocida con el nombre de Haji Piyada, un walí (algo parecido a lo que la tradición cristiana considera un «santo») que fue enterrado allí en el siglo XV, convirtiendo el lugar en centro de peregrinaje. Pero su historia es muy anterior a la de quien finalmente ha terminado dándole nombre. Exactamente su historia se remonta al siglo IX de nuestra era, dos siglos después de la Hégira. Es, por tanto, uno de los monumentos más antiguos del Islam oriental, y también el de mayor antigüedad de todo Afganistán. Un terremoto la derribó poco tiempo después de ser construida, y así, ruinosa pero visitada y admirada por los persas y mongoles, permaneció hasta que fue redescubierta por la arqueóloga Lisa Golombek en la década de 1960. Hoy los trabajos de recuperación y mantenimiento son coordinados por un equipo internacional dirigido por el profesor de la universidad de Florencia Ugo Tonietti.
Nada queda de las nueve cúpulas que le dieron nombre y fama, pero aún pueden contemplarse sus imponentes muros, las columnas externas y dos enormes arcos que sostenían la gran cúpula central. O, sin ir tan lejos, hacerse una idea de su estructura acercándose a Toledo y entrando en la antigua Mezquita de Bab al-Mardum, una hermana pequeña y más joven de la mezquita persa.
La mezquita toledana es una rara avis dentro de los edificios religiosos islámicos, no sólo andalusíes sino de todo el Dar al-Islam. Lo sabemos gracias a valiosas investigaciones como las llevadas a cabo por la Asociación de Amigos del Toledo Islámico Tulaytulá, que cuando estaba dirigida por Pilar Tormo consiguieron promover los primeros estudios multidisciplinares sobre las influencias de la mezquita toledana, a los que han seguido otros más recientes. En todo el mundo han existido sólo 15 mezquitas con esta forma (recinto cuadrado con nueve cúpulas sostenidas por 4 columnas) y es sorprendente la ausencia de ellas en zonas culturalmente afines a Al Andalus como Siria, Jordania, Yemén o el Magreb.En Bab al-Mardum, además, perfectamente conservadas las 9 cúpulas, todas distintas.
Sólo Túnez cuenta con algún ejemplo parecido, la mezquita Bû Faṭâṭa de Susa, construida prácticamente a la vez que la de Haji Piyada, y la de Qayrawan estudiada por Basilio Pavón. Y poco después, al finalizar el primer milenio entre el año 999 y el 1000 de nuestra era, el mecenas toledano Ibn Hadidi financió «de su pecunio» (como explica la inscripción de su fachada actual) la restauración o ampliación de la mezquita de Bab al-Mardum en el barrio en el que residía. Por tanto, su construcción es anterior al año 999 en que fue restaurada. Tras ella fueron construidas algunas más siguiendo este modelo, pero nuevamente alejadas del ámbito andalusí: Egipto, Uzbekistán, Iraq, Turquía, Yemen, Tanzania, Bangladesh e Irán aún conservan hoy mezquitas y santuarios construidos con esta forma. Pero todas construidas posteriormente a la mezquita toledana, que no sólo sirvió de modelo para el resto de mezquitas de la ciudad, sino también para un arte que se extendería fundamentalmente desde Toledo al resto de España: el arte mudéjar. Bab al-Mardum es el lugar donde puede decirse que nace el único estilo propio que España aportó al arte medieval, gracias a la mezcla de influencias del arte cristiano europeo y del islámico y oriental. Y es también uno de los lugares donde el puente que supuso Al Andalus entre Oriente y Occidente, entre un lado y otro del Mediterráneo, más claro se ve y se siente.
Si quieres conocerla, apúntate a alguna de nuestras rutas por Toledo y sabrás por qué Bab al-Mardum merece más de una visita.
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Magnífica publicación. Es muy gratificante encontrar historiadores de esta talla. Gracias por poner en valor nuestro increíble patrimonio histórico.Enhorabuena.
Muchas gracias, Laura. Lo gratificante es que la gente nos lea, a ti también, y que estos lugares se conviertan también en foros de aprendizaje y de debate.
Espero seguir leyéndote aquí y en tu blog y que poco a poco vayamos conociendo cosas nuevas de nuestras ciudades, cuyas historias se entrelazan y no se entienden la una sin la otra. Y si te animas a escribir sobre algo que toque, aunque sea tangencialmente, las historias de Córdoba y de Toledo, tus aportaciones serán más que bienvenidas.
Un fuerte abrazo,
F.