«La mujer no se vista de hombre, ni el hombre se vista de mujer,
por ser abominable delante de Dios quien tal hace»
(Deuteronomio, 22, 5)
Seguro que ya habéis visto o al menos habéis tenido noticia de la última película de Isabel Coixet, la historia de Elisa y Marcela, dos mujeres gallegas que contrajeron matrimonio en 1901. No os destripo la historia porque la película acaba de estrenarse, pero su historia siempre se ha considerado como la primera relación que, muchas décadas antes de la legalización del matrimonio homosexual, llevó al altar a dos mujeres y se formalizó legalmente. Pero no fue así.
Quienes ya habéis asistido a alguna de mis rutas O HABÉIS LEÍDO ESTE ARTÍCULO PREVIO, conocéis a Elena de Céspedes. O Eleno, que me sigue costando elegir uno de los dos nombres. Varios siglos antes de que Elisa y Marcela se casasen en Galicia, la mestiza o mulata Elena de Céspedes contraía matrimonio en Yepes, un pueblo de Toledo, con su novia María del Caño. En 1901 Elisa tuvo que travestirse y hacerse pasar por un alter ego, Mario. En 1586 Elena, travestida del cirujano Eleno, conseguía cumplir su sueño y casarse legalmente con María, después de décadas de disimulo y de lucha por no renunciar a su identidad sexual.
Bautismo de las moriscas, Felipe Bigarny (Capilla Real de Granada, c. 1521).
Elena había nacido hacia 1545 en Alhama de Granada. Elena descendía de musulmanes granadinos y, como toda su familia, había sido bautizada a la fuerza nada más nacer. Además, también había sido esclavizada, no sabemos cuándo ni por quién, y llevaba sobre el cuerpo la señal dejada por los hierros candentes que se aplicaba a los esclavos. Eso no quiere decir que esta morisca fuese, como gran parte de los moriscos castellanos y aragoneses, practicante del islam. Muchos musulmanes abandonaron su fe por voluntad propia, por evitar persecuciones y marginación, y quizá su caso fuese uno de ellos, como luego os contaré. Elena era una árabe/bereber/africana cristianizada y «española», para que vayáis entendiendo la complejidad del asunto.
Como todas las chicas de su edad en aquella España del siglo XVI que andaba conquistando Filipinas y dándose de tortas con media Europa, fue obligada a casarse cuando tenía 16 años. Y no hay duda de que lo hizo contra su voluntad. A los pocos meses, estando ya embarazada, el matrimonio se rompió, el marido huyó y retornó a su casa en Jaén. Elena, la esclava morisca embarazada, marchó a servir a una familia acomodada en Sevilla. Fue allí donde dio a luz a su hija y también donde tomó la determinación de no seguir fingiendo sobre sus sentimientos e identidad sexual. Cuando acababa de cumplir 19 años, Elena abandonó la casa en la que servía y a su hija para comenzar un viaje y una vida que daría para una serie y no sólo una película. Elena abandonó a Elena en Sevilla y surgió Eleno, comenzó a vestir como un hombre, a andar, trabajar, pelear, hablar y seducir como un hombre. Eleno huyó de Elena, dejando esta primera parte de su vida abandonada en el olvido, y comenzó a vivir por Andalucía, Madrid y Toledo como Eleno de Céspedes.
Firma de Eleno de Céspedes en una de las cartas que presentó en su proceso inquisitorial
Su primera experiencia lésbica fue en Sanlúcar de Barrameda cuando tenía 22 años, donde intentó asentarse trabajando de calcetera y sastra en casa de un mercader casado. Fue la anónima esposa del mercader su primera amante, de la que años después Eleno diría «que era moza y hermosa», y ambas terminaron acostándose. Desafortunadamente de Eleno apenas tenemos información física más que una sesgada descripción somera proporcionada por unos cirujanos y algunas matronas. Y digo esto porque siempre nos quedará la duda de si pudo ser o no hermafrodita, como ella/él siempre defendió. Tras aquella primera relación sexual con 22 años, y según su propio testimonio, Eleno acudió a un cirujano al que mostró un bulto entre las piernas que él descosió y del que salió «un miembro de hombre que señaló de él, largo de una sesme, y salió encorbado, un poco hecho en arco. Y le cortó el dicho cirujano el frenillo, con lo que quedó dicho miembro derecho». Su declaración contradice los varios informes médicos que se hicieron, pues aquella operación debería haber dejado una cicatriz visible, algo que ninguno de los cirujanos y de las matronas que examinaron años después a Eleno vieron nunca. Misterio que jamás podremos ya resolver.
Céspedes vivió la plenitud sexual de su nueva condición de forma activa y habitual. Mantuvo relaciones con decenas de mujeres en distintos pueblos de Cádiz y de Sevilla, algunas de ellas casadas que encontraron en él/ella una vía de escape a unos condicionantes religiosos y sociales que resultaban asfixiantes. Eleno fue sastre, mozo de labranza, tratante de ganado… y militar. Aquella morisca granadina nacida en 1545 fue uno de los soldados que en 1568 combatieron al servicio de don Juan de Austria en la tierra en la que habían nacido y vivido sus familiares. Eleno combatió contra sus propios vecinos moriscos en la guerra de las Alpujarras que sirvió para sentenciar los últimos núcleos de población musulmana española. Es una opinión absolutamente personal y carente de documento alguno que lo acredite, pero este gesto me lleva a pensar que su conversión al cristianismo quizá sí era sincera, aunque toda la propaganda antimorisca siempre insistía en que todos y todas los habitantes de la Alpujarra eran musulmanes confesos. Elena, Eleno, quizá renunció al islam de forma sincera, ya fuese por convencimiento espiritual o por comodidad a la hora de integrarse dentro de la mayoría cristiana.
Su participación en la guerra hay que entenderla como una clara estrategia de ascenso social, huyendo de oficios penosos y mal pagados como los que había desempeñado hasta entonces. Pero también, quizá, para convencerse a sí misma de que podía ser un hombre atrapado en el cuerpo de una mujer. Hoy disponemos de categorías (queer, gay, lesbiana, trans, etc.) que no existían en el siglo XVI y que habrían ayudado mucho a Elena/Eleno a dar sentido a su realidad personal. Hoy es «fácil» decir que se es una o todas ellas, pero no a finales del siglo XVI. Entonces no existían esas categorías y tenemos que intentar comprender la penosa dualidad y la pugna a nivel psicológico que tuvo que vivir durante toda su vida, sin referente alguno al que acogerse para explicar lo que sentía y sufría. Sería un error afirmar que fue una adelantada a su tiempo y que era consciente de su identidad múltiple. No vale. Elena o Eleno no buscó ser clasificada, pero sin duda querría estabilizarse en una sola categoría de esa clasificación, y vivir tranquilamente en condición de … ¿qué? Es eso lo que aún hoy se nos escapa y jamás podremos ya responder.
Terminada la guerra Eleno decidió poner punto y final a su vida en Andalucía y empezar una nueva vida a todos los niveles en Madrid. Y en la corte, aquella mulata, morisca, descendiente de esclavos y analfabeta que ahora se llamaba Eleno se convirtió primero en propietario de una sastrería y luego, tras años de estudio, en cirujano titulado.
No fue sólo la primera mujer que consiguió casarse por la iglesia, burlando todas las leyes de la época, sino que también fue la primera mujer en obtener un título de medicina en la historia, en 1581, varios siglos antes de que Henrietta Faber, Elizabeth Blackwell o Dolors Aleu lo consiguieran. Y no deja de ser curioso cómo se reivindican sus figuras mientras que aquí apenas unos cuantos han escuchado hablar de Elena o Eleno. Los complejos españoles y el (no tan) nuevo debate identitario sobre lo que es y no es ser español pesan mucho en ese sentido. Hija de moriscos musulmanes, estratega que burlaba los códigos morales católicos, lesbiana/trans o cómo se quiera definir, etc. Un personaje complejo y fundamental para explicar la diversidad en nuestra historia y para hacer las paces de una vez con nuestro pasado. Nos sigue faltando aceptar todo esto.
En aquel pueblo llamado Madrid al que Felipe II acababa de desplazarse con su corte dejando la imperial ciudad de Toledo (broma recurrente entre TTVs, tenéis que entenderlo) apenas unos años antes, Eleno comenzó a trabajar como cirujano para algunos criados del rey Felipe II que estaban construyendo El Escorial. Eleno hizo dinero y conoció a la que sería su amante más duradera, una viuda y madre de dos hijos acomodada llamada Isabel Ortiz. Su buen hacer como médico le garantizó trabajo durante los siguientes 12 años, tanto en Madrid como en muchos pueblos del arzobispado de Toledo. Fue el cirujano del pueblo toledano de La Guardia durante 6 años, de donde pasó a Yepes, Valdemoro, Ocaña y finalmente a Ciempozuelos. Y allí fue donde Eleno creyó culminar satisfactoriamente su vida sentimental y, a la vez, donde su vida daría un giro en todos los sentidos.
Estando en Ciempozuelos cayó enfermo, donde una familia le acogió en su casa. La hija mayor de esta familia, María del Caño, cayó absolutamente rendida por el amor de Eleno, y él por ella. El cirujano pidió la mano de la joven María y no hubo reticencia alguna por parte de la familia. Así, aquella mulata granadina travestida de médico mulato, se marchó a Madrid con su prometida a pedir al vicario licencia para casarse. Pero su aspecto no gustó al vicario, no sabemos si por ser mulato o por andrógino, y le negó la licencia. Eleno relataba que el vicario le había visto sin barba y lampiño, que le preguntó si era capón (si estaba castrado) y, ante la ofensa de Eleno, él mismo decidió que le examinasen para comprobar si tenía o no pene y testículos. Esta prueba de valor sólo puede responder a dos motivos. Por un lado, que los cirujanos que fuesen a examinarle fuesen amigos suyos y conociesen que Eleno era en realidad Elena y que, como madre, tendría cuerpo de mujer. Por otro, que quizá viendo la que le esperaba él/ella decidiese automutilarse quemándose, cosiéndose y haciendo gala de sus conocimientos de sastrería y cirugía. El vicario no podía negarse y accedió a la petición de de ser examinado por varios especialistas, «y los dichos hombres dijeron habiendo visto a esta que era hombre y no era capón (castrado)», aunque también reconocieron que Eleno no dejó que le desnudasen por completo ni mirarle por detrás, para que no viesen «la cerratura desta de mujer». O, dicho de otro modo, una vagina probablemente cosida por él mismo, lo que nos lleva a pensar en la segunda de las dos opciones, la más dolorosa de todas. Ante esta situación el vicario solicitó a otros cirujanos una nueva revisión, y el 17 de febrero de 1586, en la calle Toledo, el doctor Francisco Díaz, médico de la Cámara de Felipe II, certificaba que «es verdad que ha visto sus miembros genitales y los márgenes vecinos, y a la vista de estos y tocado con las manos, y que declaraba como declaró que él tiene su miembro genital el cual es bastante y perfecto como sus testículos formados como cualquier hombre, y que en la parte inferior junto al ano tiene una manera de arrugación que a su parecer a lo que tocó y vio no tiene semejanza de cosa que puede presumirse ser natura» de mujer, y que «procurándole tocar no pudo ni fue posible hallarle perforación alguna». Elena, claramente, se había mutilado, desgarrado y cosido la vagina con el fin de ocultar su «naturaleza de mujer». Pero también había conseguido engañar al vicario para que, por fin, autorizase el matrimonio con María del Caño.
En marzo de 1586 en la iglesia de San Benito de Yepes, María y Eleno contraían matrimonio como «marido» y mujer.
Iglesia de San Benito (Yepes, Toledo)
Eleno y María vivieron el mejor año de sus vidas, al menos en el caso de Eleno. Pero la paz duró poco. Los nietos no venían, los rumores crecían y las sospechas sobre la sexualidad de Eleno comenzaban a extenderse. Todo se agravó cuando el soldado Ortega de Castro, compañero de Eleno durante la guerra, se encontró con él en Ocaña y comenzó a extender unos rumores bien infundados. Que si Eleno nunca se bañaba con ellos, que si Eleno no iba con ellos a las mancebías, que si Eleno «siendo mujer anda en hábito de hombre por esta villa contra las pragmáticas y leyes de estos reinos, y so color de andar en hábito de hombre está casado con Maria del Caño su mujer sin ser hombre». En junio de 1587, 14 meses después de haberse casado, Eleno se enfrentó a la prueba más dura de su vida: su lucha por huir, defenderse y sobrevivir de la Inquisición toledana. Acusado de sodomía, bigamia, pacto tácito con el diablo y herejía, en el momento más feliz de su vida fue detenido y encarcelado en Toledo, comenzando un juicio larguísimo y complejo. Juristas y teólogos juzgando a un especialista médico que intentó argumentar en todo momento su condición de hermafrodita. Pero la inquisición nunca se mostró dispuesta a escuchar a Elena y sí a sepultar a Eleno. Porque lo primero que hicieron fue obligarle a vestir de nuevo de mujer, a no «ofender a dios» fingiendo ser hombre. Y como mujer, como Elena, fue juzgada, con todo lo que implica ser mujer en una sociedad profundamente patriarcal como lo era la del siglo XVI.
Cientos de folios del proceso a Elena son, en parte, los que os he resumido hasta aquí. Su proceso judicial es uno de los casos más complejos de toda la historia de la inquisición española, pues los jueces ni supieron ni quisieron entender los argumentos de Eleno, de Elena. Aunque finalmente salvó la vida, terminó sus días en Toledo y se le pierde la pista después de ser sentenciada y humillada en un pequeño auto de fe en 1588.
Si os interesa su historia, que supongo que sí, es una de las protagonistas de la visita que trata sobre mujeres que se enfrentaron a la inquisición toledana. Ojalá pronto podamos contar su caso bajo una placa que recuerde lo que supuso para la historia de la medicina y de la libertad sexual.
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Es un ejemplo de persona luchadora y fuerte y más teniendo en cuenta el contexto histórico. Tienes razón, se merece un reconocimiento.
Y eso intentamos, Marie. No sólo fue una persona luchadora, sino alguien fundamental para entender las complejidades de la historia española, que no es ni mucho menos tan uniforme y lineal como algunos defienden.
Espero que te sigan gustando las entradas que publique.