Apenas unos años separan dos mundos distintos, casi opuestos. Averroes y Maimónides morían lejos de su Córdoba natal casi a la vez que en Italia nacía el que sería con el tiempo Santo Tomás de Aquino. En aquella bisagra del siglo XII al XIII, el Mediterráneo seguía siendo el centro intelectual del mundo conocido mientras que Europa aún permanecía en la periferia.

Andalus and Sefarad, de Sarah Stroumsa
Con los dos cordobeses, musulmán y judío, Europa vio como por primera vez en más de mil años la filosofía recurría a la razón humana no sólo para entender y explicar las cosas, sino también para criticar y dar sentido a los textos sagrados, no asumiéndolos como verdades intocables. Frente a ellos, el conservadurismo feroz de Aquino fijó la doctrina de su tiempo para la Europa cristiana. Aquino azuzó el miedo defendiendo la existencia de un demonio implacable y real, aunque invisible, condenando a quienes negaban su existencia y decían que era sólo fruto de la imaginación. No es extraño que fuese, junto a San Agustín de Hipona, el teólogo de cabecera de la inquisición.

El concepto cultural alfonsí, de Paco Márquez Villanueva, uno de los mejores estudios sobre la Escuela de Traductores.
En aquellos mismos años de los siglos XII y XIII, dos “escuelas” toledanas surgieron en paralelo. Una real, la de traductores, sin sitio fijo ni calendario establecido, entendida como una corriente impulsada por arzobispos y reyes para acceder a través de las traducciones a los textos en árabe de las recién conquistadas ciudades como Toledo, que sirvió no sólo para para traducir sino también para revisar y difundir todo el saber clásico islamizado durante siglos en Alándalus. Otra ficticia, la de nigromancia, inventada por quienes consideraban que todos aquellos saberes científicos traducidos no eran más que un freno para la única ciencia deseable: la teología. La primera recibía y traducía los saberes contemporáneos de Averroes y Maimónides, mientras que quienes inventaron la segunda, los condenaban. La primera la podemos docientar a través de infinitas fuentes primarias, de la segunda sólo tenemos chismes, leyendas, rumores y hoy, desafortunadamente, programas y gente que la ha recuperado para hacer negocio.

Materia Médica de Dioscórides, ed. Andrés Laguna, 1555 (BNE, R/8514)
Aquino tenía razón: el demonio existe. Y existe porque nos lo hemos inventado, como nos hemos inventado a las brujas y otras amenazas en cualquier momento de la historia, en cualquier lugar del planeta. Existe porque toda sociedad necesita que exista una amenaza que, desafortunadamente, siempre es instrumentalizada por unos cuantos para azuzar el miedo y presentarse como los salvadores ante esa misma amenaza que, muchas veces, ellos mismos han inventado. Pero ni en Toledo ni en ningún otro lugar alguien ha llegado a verlo, por más que se le invoque.

Silvestre II hablando con el demonio (Chronicon Pontificum et Imperatorum, Cod. Pal. Germ. 137 de la Universidad de Heidelberg)
Hace semanas me pidieron en Castilla-La Mancha Media que venciese mis miedos para participar en un podcast sobre misterio, palabra que engloba todos mis miedos como historiador que trabaja a ratos de guía, pero dejando fuera todo misterio para hablar de historia y de cómo se construyen ciertos mitos locales con proyección casi mundial (y un buen poso de interés turístico). Aquí abajo os dejo el enlace por si os apetece escucharlo.
La Escuela de Nigromancia de Toledo
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¡Qué excelente Pódcast!
¡Cuánto podemos aprender estando tan lejos de Toledo!
Muchas gracias.
Cuánto me alegro de que te guste, más aún en la distancia 😉