Estoy de vuelta de Holanda. He ido a trabajar tres días a distintos archivos pero he aprovechado para quedarme unos días más y conocer un país al que le tenía unas ganas enormes. Para todo estudiante de historia interesado en la Edad Moderna, aquel Ámsterdam de los siglos XVI y XVII es fascinante. Habré copiado en mis apuntes mil veces aquello de “los Países Bajos del Norte” pero aún no conocía la capital de una de las historias de éxito mercantil más rotundas de la historia. Ninguna ciudad presume abiertamente, con todo lo que eso implica, de haber inventado al capitalismo tal cual lo entendemos hoy en día. Ámsterdam sí, e igual también lo que quiero contaros se explica atendiendo a eso.

Archivos Estatales y Biblioteca Nacional en La Haya
Tenía ganas también como lector de un libro que me ha acompañado este verano, Grand Hotel Europa, de Ilja Leonard Pfeijffer. Una historia de amor y desamor con un telón de fondo aterrador: el peligro del turismo de masas en ciudades como Ámsterdam, Venecia o Malta.
“El turismo es de todos los tiempos, pero el turismo de masas es un fenómeno reciente y no se puede negar que constituye uno de los rasgos distintivos de nuestro tiempo (…) El turismo es tal vez la consecuencia más visible de la globalización. Ningún sitio está demasiado lejos. Mientras los rincones más remotos y atrasados del mundo caen víctima del neocolonialismo que impulsamos desde el mundo desarrollado para satisfacer nuestra curiosidad equipados de mochila y cámara de fotos, la vieja Europa se ve desbordada por visitantes de las nuevas potencias mundiales de Asia y América”.

Grand Hotel Europa de Ilja Leonard Pfeijffer
Así que con un ojo puesto en la historia y otro puesto en el presente, os quiero contar por qué Ámsterdam representa lo que ciudades como Toledo pueden sufrir: la pérdida absoluta de la buena reputación turística que tenían, ganada durante décadas gracias a su historia y perdida en tiempos recientes al apostar por propuestas turísticas que venden humo y ocio haciéndolo pasar por cultura. El turismo de masas beneficia a muy pocas personas, pero en cambio afecta a todas las que viven en esos lugares.
El King’s Day, las Fallas o los San Fermines: perder una fiesta popular para convertirla en un reclamo turístico
No pude elegir peor semana y a la vez mejor: el 26 de abril se celebra el Día de la Reina/Rey y todo el país se estaba preparando para una absoluta locura. Hoy es un enorme agujero negro que ha perdido todo su sentido original para convertirse en un macrofestival al aire libre lleno de turistas que acuden como a las Fallas o los Sanfermines a pegarse la fiesta, sin saber lo que se celebra. Momento que aprovechan miles de vecinos para huir de sus ciudades. Una vez más: este turismo beneficia a algunos pero afecta a todos.

King’s Day en Ámsterdam
Touroperadores, servicios de hostelería y aerolíneas de bajo coste aprovechan para promocionar y hacer caja. Decenas de miles de personas llegan desde medio mundo para celebrar este día animados por lo mismo que anima a muchos a ir a Tailandia o a Ibiza: fiesta, fiesta y más fiesta. Doblemente sórdido aquí, porque lo que hace décadas era una muestra -discutida y discutible- de libertad y regularización de drogas y prostitución en Holanda, hoy no es más que otro reclamo turístico por y para extranjeros que van por el mundo buscando eso. La pérdida de reputación turística diría que es absoluta en este caso, y no sé si reparable.
Hoy que discutimos en Toledo la posibilidad de una nueva ordenanza municipal que regule el turismo, es fundamental fijarse en lo poco que han conseguido aquí pidiendo a los turistas tal o cual cosa o recomendando que no se haga o se vaya a tal sitio. Da igual, el turismo no se regula sólo, y aunque las administraciones y la prensa local piden a los turistas que no vayan al centro a celebrar, el centro se colapsa. Pedir o recomendar sin imponer o sancionar no tiene sentido en el punto en el que estamos, que no es otro que un momento en el que este turismo de masas y quienes participan de ello, lo que quieren EXACTAMENTE es ser parte de una experiencia, vivir lo que ya han visto u oído vivir a otros, repetirlo, calcarlo y contarlo. Tachar de la lista de cosas que hacer lo que otros ya han hecho y contado en sus redes sociales. Por eso resulta imposible recomendar que no vayan al sitio donde otros llevan yendo años y contándolo. Y da igual si se come mejor o se camina más tranquilo o es más histórico lo que hay en la calle o el barrio de al lado: lo que este tipo de turismo quiere no es un viaje genuino, sino repetir lo vivido y expuesto por otros.
“Las redes sociales, con su función de escaparate de sus maravillosas vidas, no han hecho sino aumentar el estrés de elegir unas vacaciones con las que asombrar al mundo. Nadie quiere ser menos que todas esas personas estupendas que aparecen en su pantalla en lugares de ensueño”
“The Biggest Party”, a eso se ha reducido este día que en tiempos celebraba el cumpleaños de la reina o del rey. Me recuerda a la Navidad cuando vivía en Londres, donde el acebo, los renos, los gorros de Papá Noel y mil inventos más del marketing moderno lo llenan todo pero no hay rastro de imaginería religiosa que recuerde el nacimiento de Cristo. La mercantilización de la fiesta original ha desdibujado su sentido inicial y local/nacional para convertirla en un fenómeno de masas sin sentido que, desde dentro, apenas es diferenciable de aquellas fiestas en España o de los carnavales de New Orleans o Notting Hill. Y quienes van a esta fiesta, luego consumen las otras fiestas que ofrece el centro de la ciudad.
No he sido capaz de encontrar artículos académicos que analicen la suciedad que se genera. Estuve todo el día en Utrecht y parte de la tarde en Ámsterdam, y en ambos lugares se repartían urinarios públicos para hombres que servían de poco, porque con la cantidad de alcohol que se bebe importa poco si uno ha sido educado en selectas escuelas holandesas o colegios públicos españoles: se mea cada vez más y se mea donde se pilla cuando se está borracho y de fiesta en la calle.

King’s Day en Utrecht

King’s Day en Utrecht

King’s Day en Utrecht
Nada comparable con las montañas de plástico que se sumaron a las montañas que ya había de antes. Estas fotos son de tres días antes de la fiesta, donde ya comprobé que la capacidad de la ciudad de recoger los residuos que se generan en un día normal de turismo, es limitada.

Canal en Damrak frente a la estación central, Ámsterdam
Y si no pueden recogerlo todo y tienen que estar a plena luz del día pasando los camiones de la basura, imagino que podrán menos aún reciclarlo todo. Hoy ya sabemos que se genera mucho más plástico del que se recicla.
Más allá del King’s Day: el daño reputacional de las ciudades por el turismo de masas
Pfeiffer introduce en su novela datos reales de estudios que os voy a ir dejando en enlaces. Uno de sus protagonistas es un político local de Ámsterdam que cuenta cómo se puede estimar el dinero que ingresa el ayuntamiento “gracias” al turismo, pero sí se puede calcular lo que este turismo de masas le cuesta a las arcas públicas.
“Los ingresos totales del Ayuntamiento en concepto de turismo ascienden por tanto a unos 64 millones de euros al año. (…) Pero también tenemos gastos, naturalmente. Hay que poner más agentes de policía porque los turistas se emborrachan, se pierden, sufren robos, etcétera. (…) Los servicios municipales de limpieza también tienen mucho más trabajo (…) Si sumamos todos los costes adicionales en los que incurre el Ayuntamiento como consecuencia directa del turismo, la partida de gastos asciende a 71 millones anuales. El turismo supone, por tanto, unas pérdidas anuales de siete millones de euros para las arcas municipales”.
Ámsterdam ha echado cuentas después de años de mirar para otro lado en relación a este modelo turístico, y no le salen.
El problema viene de antes, no es sólo el King’s Day. El eterno problema del plástico que os contaba el año pasado al volver de Egipto también se repite aquí. El problema de los residuos que caen a los canales es tan brutal que las administraciones locales no tienen medios para contenerlo, aunque tienen la inmensa suerte de la conciencia social que aquí no tenemos y han dado forma a colectivos como Plastic Whale que se organizan para coordinar a cientos de voluntarios que a la mañana siguiente de la fiesta intentan limpiar los canales y evitar que los residuos lleguen al mar.

Campaña de Plastic Whale para el día después del King’s Day
Esto choca frontalmente con esa idea tan defendida, casi como un mantra, que esgrime que el turismo no genera residuos y que es una de las industrias más ecológicas que existen. Las etiquetas “eco” y “sostenible” se suceden cada vez más en propuestas turísticas precisamente porque ya sabemos que no es así, y que si buscamos un turismo “eco” es porque el modelo en sí no lo es, y si andamos peleando por un “turismo sostenible” es porque sabemos -aunque dé miedo nombrarlo- que el modelo que tenemos se acerca hoy por hoy a lo insostenible. Y en parte se debe a la desatención de las propias administraciones, que año a año han contabilizado el aumento de turistas como algo positivo en esencia, sin atender a todo lo que eso implica y sin atender a cómo muchos agentes turísticos han dado forma a ofertas y propuestas que han puesto patas arriba la forma de viajar y de hacer turismo, ayudando a la masificación de los destinos.

Residuos sobre el canal Herengracht
“Pero para forzar ese cambio de mentalidad, la gente se tiene que concienciar primero de que el turismo de masas constituye una amenaza. Hoy por hoy, sin embargo, la opinión generalizada es que se trata de un modelo de negocio. El turismo no se combate, sino que se estimula. Dentro de varias décadas, la gente verá esta época con la misma incredulidad con que vemos nosotros esos anuncios antiguos que recomiendan fumar por los efectos positivos del tabaco para la salud”
El Barrio Rojo es un hervidero de gente fumada hasta las cejas y borracha como piojos, tambaleándose por las calles. Olor a porro por todos lados porque el centro de la ciudad tiene casi 100 coffee shops, más que si sumamos todos los que tienen Utrecht, Rotterdam y La Haya juntas. La inmensa mayoría de la clientela son turistas que van a fumar porros, no residentes. El ayuntamiento se ha propuesto regularlos, revisar licencias, expandirlos fuera del centro y alejarlos de la zona turística, pero de momento siguen sin plan.
Y mientras estos negocios no han dejado de aumentar, otros históricos han ido cayendo. Es imposible comer algo tradicional, lo que sea, en las calles del centro medieval de Ámsterdam. Las históricas tabernas de pescado o «Vishandel» ni abren, rodeadas de venta de hamburguesas, donuts, ramen y pizzas.
Lo interesante es que esta legalización es nacional, pero en ninguna otra ciudad caminas oliendo a porro, salvo en Ámsterdam, donde es masivo. Si a eso se suma la sordidez de la explotación sexual a cara descubierta, promovida en oficinas de atención turística y museos de la prostitución, amén de las propuestas que ya están por aquí de los museos de la tortura y la presencia masiva de turistas bloqueando calles que impiden el tránsito de las bicicletas que sirven a los vecinos para moverse, lo que tenemos en un centro urbano prácticamente colapsado.

Museo de la Prostitución en el Barrio Rojo

Centro de información sobre la prostitución en el Barrio Rojo
“Aunque el turismo es un modelo de negocio, o al menos se considera como tal (…) lo cierto es que es una fuente de molestias, causa daños de todo tipo y constituye un fenómeno muy problemático para la población local (…) Cuando una ciudad se pliega a las exigencias del turismo, lo que hace es vender su alma. Los turistas buscan por encima de todo experiencias auténticas, pero su mera presencia supone una degradación de la autenticidad que tanto anhelan (…) El turismo destruye por definición aquello que lo genera”

Museo de la tortura en el Mercado de las Flores de Ámsterdam
En cambio, los ingresos de algunos siguen creciendo a costa del maltrato a las ciudades y a sus vecinos. Otra vez más, todos los sufren pero sólo algunos se benefician. Los centros históricos europeos se están despoblando y en gran parte la culpa la tienen los apartamentos turísticos que ya, poco a poco, se van regulando después de irse totalmente de las manos y hacer imposible a muchos vecinos poder alquilarse una casa. La oferta de alojamientos de Ámsterdam está absolutamente monopolizada por estos apartamentos turísticos, el 81%, mayoritariamente ilegales. Yo mismo he pagado caro este problema y he tenido que alojarme en un hotel al norte, en el barrio de Ijplein, donde antes había astilleros y hoy lentamente los pisos van ocupando ese espacio para recibir a vecinos expulsados del centro.
“Para evitar que el centro histórico de nuestras ciudades se convierta en un enorme centro comercial en permanente campaña de rebajas, nuestros representantes elegidos democráticamente deberían arrebatar el control del espacio público a los comerciantes que, por definición, sólo piensan en llenarse los bolsillos. No hay otra solución. De lo contrario, Europa acabará siendo una enorme Venecia”.
Las últimas cifras del turismo en Ámsterdam son aterradoras: en 2023 la ciudad recibió a 10 turistas por cada habitante. Diez veces más turistas que habitantes. Eso hace imposible controlar los recursos como el agua o la luz, los residuos que se generan, el uso de espacios públicos, el ruido, etc. Es absolutamente insostenible. En los últimos cinco años, Ámsterdam ha pasado de recibir 17 millones a más de 23 millones al año, y la reacción de muchos de sus vecinos ha sido presentada como “turismofóbica” cuando, en realidad, no es más que una defensa ante quienes ven como cada día su ciudad se les escapa de las manos y se vuelve menos habitable para ellos porque se ha ido convirtiendo en una oficina y un negocio, pero no para ellos. Años y años invirtiendo en turismo han llevado a un momento en el que se pueda morir de éxito y que, lo que se quiso atraer, ahora sea lo que no se sabe cómo controlar. La pérdida absoluta de reputación turística.

Resaca posterior al King’s Day
Ciudades como esta se convierten en un parque temático, y otras como Lisboa o Toledo corren el riesgo de andar ese mismo camino, compartiendo las mismas propuestas de museos, de tours, de comida, de tiendas de souvenirs y de alojamientos, indistinguibles unas de otras. Estamos en un momento ideal para pararnos a reflexionar sobre la (in)sostenibilidad del modelo vigente hasta hoy, especialmente a las ciudades que habían conseguido atraer un turismo netamente cultural. Seguir midiendo el aumento de turistas como algo bueno per sé es un error, ya que esas mismas cifras que llenan restaurantes y tiendas de souvenirs son las que colapsan las calles, los museos y monumentos o yacimientos arqueológicos, poniéndolos en peligro. Este vídeo de abajo es del mes pasado en la mezquita del Cristo de la Luz de Toledo.
“Los turistas destruyen con su presencia aquello que los atrae (…) Es evidente que la nostálgica y vulnerable atmósfera de un pasado glorioso todavía tangible que es justo lo que vienen a buscar, se transforma en algo distinto con su presencia”.
¿Es sostenible el actual modelo turístico en ciudades como las nuestras?
Colectivos vecinales del centro de Ámsterdam se manifiestan desde 2024 contra el turismo de masas y una vez al mes convocan protestas similares a las que se desarrollan en Venecia y Barcelona. Piden alcanzar un nuevo modelo turístico centrado en el decrecimiento más absoluto: menos gente, menos residuos, menos prisas a la hora de ver la ciudad y más calidad en las propuestas culturales frente a la pérdida del control de las propuestas de prostitución y drogas. Y sus luchas cuentan ya con algunos éxitos. Desde 2021, ni una licencia más de Airbnb ni nuevos hoteles. De hecho hay barrios como Burgwallen-Oude Zijde y Burgwallen-Nieuwe Zijde donde se ha prohibido ofrecer alojamientos desde mayo de 2023. En ese mismo año, las restricciones totales a los cruceros y, gracias a campañas como Stay Away, están a punto de poner fin al turismo de fiesta, un fenómeno que a otra escala, nos está llegando a Toledo desde hace años con el auge de las despedidas de soltero y de soltera. Poco a poco, los cambios van llegando y la transformación del modelo actual tendrá que darse. Es que no queda otra, ni allí ni aquí.
El turismo ha generado un problema que en algunas ocasiones se está reduciendo a un debate maniqueo: turismofilia VS turismofobia. No va de eso, no va de esta a favor o en contra. Hay convenios nacionales e internacionales firmados por administraciones, hay agentes implicados muy diversos y, aunque parezca mentira, hay reglas: en el General Agreement on Trade in Services se insiste en que el turismo, como parte del comercio y la industria de un país, debe huir de los lobbies que dictan muchas veces el paso y alcanzar un equilibrio basado en los principios de la participación local, la protección del medio ambiente y la justicia social. Cada vez son más visibles los impactos negativos del turismo de masas, y no habrá transformación del modelo sin planificar con cuidado y escuchar a todos los actores y agentes implicados, desde las comunidades locales y vecinos afectados a quienes han hecho del turismo su negocio.

Advertencias (inútiles) sobre los puentes del Barrio Rojo
Me ha quedado un artículo larguísimo al final, como siempre. Y lo único que quería era lo que me habéis leído mil veces: sed conscientes de lo que implica viajar. Y sed responsables. Comed local, comed tradicional, comed comida real. No más tiendas de Nutella por el mundo ni más hamburguesas espachurradas ni cafés de especialidad que no tienen nada de especiales (ni de café muchas veces). Reservad tours con gente responsable y profesional, bien formada, y aprovechad para conocer las ciudades desde otros puntos de vista, a partir de preguntas e inquietudes personales. La gente de Plastic Whale también organizan tours en Ámsterdam y en Utrecht conocí una iniciativa maravillosa que ayuda a repensar la historia colonial de estos lugares, pero justo el día que estuve no había tours. No participéis del negocio de la explotación sexual y no seáis puteros; que la falsedad de la regularización no os impida ver la asquerosa explotación sexual que se da como reclamo. Y no vayáis en el King’s Day porque no se cabe, no se puede andar y yendo se colabora con todo lo negativo que os he contado hasta ahora.

Plastic Whale tours
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Excelente reflexión, como siempre. Saludos desde la Alta Extremadura.
¡Gracias, amigo!
Ojalá podamos un día ponerlas en común, que falta nos hace a quienes andamos dispersos pero enfrentándonos a los mismos problemas.
Un fuerte abrazo.
Lo que realmente diferencia tu artículo de cualquier otro que hable sobre este tema tan “incómodo”, es que describes con detalle el real significado de la palabra “viajar”, pero manteniendo a la vez tu mirada de vecino.
Para mí ahí está uno de los motores hacia la transformación que necesitamos: viajar sin olvidar que somos vecinas de otras ciudades y lo que nos gustaría (o no) que pasase en ellas.
Gracias por acercarnos a esta realidad tan paralela a la nuestra.
Gracias, Signoretta 😉
No te hacía yo también por estos foros, y mucho me alegro.
Ese motor de transformación necesita energía y viajes como este me ayudan a entender dónde buscarla y encontrarla: en las ciudades que dicen BASTA. Nunca es demasiado tarde.
Bacioni!
Tenía pendiente leer esta entrada del blog. Muy buena reflexión, con la conciencia de quien también lo vive en carne propia y, como te he escuchado decir, desde adentro como guía turístico.
Creo además que más allá del colapso de las ciudades con el turismo de masa, hay falta de educación individual. Si estás en un lugar donde no hay tarros de basura o están llenos, te llevas la basura contigo y la tiras en casa o en donde haya sitio. No deberíamos necesitar que nadie nos lo diga…
Con respecto a conocer las ciudades desde otro punto de vista, me acordé de unos tours alternativos que tengo pendiente probar en Reino Unido hechos por gente que solía estar en situación de calle, Invisible Cities: https://invisible-cities.org/.
Hasta la próxima publicación!