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Yami al-Wadi’a o los Hermanos de la Encomienda. Así se llamaba la cofradía que se reunía en la mezquita de Tornerías hace seis siglos. ¿Una cofradía? Sí. ¿En una mezquita? También. Así que aprovechando la reapertura de la mezquita reconvertida en Centro Regional de Promoción de la Artesanía, os cuento quiénes fueron aquellos últimos musulmanes toledanos llamados Mohammed y apellidados García que se reunían en cofradías piadosas con fines idénticos a las de sus vecinos cristianos y celebraban banquetes en fiestas señaladas como el mes de Ramadán que ahora se celebra. Y os lo ilustra David Blázquez, con unas cuantas de las espectaculares fotos que ha realizado antes de la apertura definitiva. 

La mezquita de Tornerías: una revisión actualizada de lo que fue y es.

 “El conjunto de Tornerías lo forman dos edificios en uno, de épocas y estilos diferentes, con reformas y añadidos que siempre han dificultado su lectura”. Los últimos trabajos de Arturo Ruiz Taboada han sido el cierre de años de investigación y restauración en la mezquita de Tornerías y han avanzado, junto a los de Ana Echevarría Arsuaga, los usos definitivos del espacio entre los que se encontraría la sede de una cofradía islámica.

Mezquita de Tornerías

Acceso a la mezquita desde la Calle Tornerías

Mezquita de Tornerías

Interior de la Mezquita de Tornerías, planta intermedia

Mezquita de Tornerías

Interior de la Mezquita de Tornerías y estructuras tardoantiguas de la planta intermedia

Las cofradías asistenciales eran algo común y buscaban proteger a los suyos y mantener una cohesión gremial y religiosa. Llegaron a existir algunas mixtas para cristianos y musulmanes en ciudades como Segovia, y quizá también en otros sitios aunque no nos haya llegado documentación o no la conozcamos aún. Las líneas rojas que hoy creemos sólidas entre grupos religiosos, no lo eran tanto ni siempre.

La cofradía de la mezquita de Tornerías cumplía varias funciones que podían resumirse en una: el desarrollo de las prácticas religiosas de los mudéjares toledanos y el sostén de los pilares del islam en una ciudad en la que el descontrol y la violencia se disparaban cada poco tiempo. En ese contexto tenía pleno sentido una cofradía islámica que garantizase que los miembros de la comunidad siempre tuviesen lo imprescindible para seguir viviendo como musulmanes, pero también muriendo como musulmanes. Un problema que siglos después vuelve a plantearse como prioritario para las comunidades actuales, en constante crecimiento y sin capacidad para enterrar a sus fallecidos.

Mezquita de Tornerías

#EntierroDigno

La solidaridad buscaba ayudar a los más desfavorecidos que tenían que afrontar una boda, un entierro o cualquier eventualidad. Se buscaba tener dinero pero también tiempo, pues era importante acompañar a quien lo necesitasen en fiestas y ritos de paso de la comunidad. Visto así, era indistinguible de cualquier otra cofradía cristiana que igualmente se ceñía a fines piadosos y de solidaridad grupal.

Los Cofrades y Hermanos de la Encomienda de la mezquita de Tornerías

Todo esto lo sabemos por un cuadernillo de 14 hojas que Pascual de Gayangos adquirió para su colección y hoy se custodia entre los fondos de la Real Academia de la Historia. Agradezco sinceramente a su académico bibliotecario, don Miguel Ángel Ladero Quesada, y su bibliotecaria, doña Asunción Miralles de Imperial, que me hayan autorizado publicar algunas imágenes del manuscrito original que os dejo por aquí.

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Introducción manuscrita de Gayangos al cuaderno de Actas

Las actas son fragmentos de un libro mayor, un cuaderno de actas y reuniones de miembros de la aljama de Toledo entre 1402 y 1414, descubiertos en 1886 y citados pero no estudiados hasta la década pasada cuando Ana Echevarría y Rafael Mayor comenzaron a publicar algunos estudios sobre ellas, sin editarlas al completo.

Mezquita de Tornerías

Artículo de Ana Arsuaga Echevarría en la revista Anaquel de Estudios Árabes (2015)

Quienes se reunían en esas reuniones se llamaban a sí mismos “los hermanos pertenecientes a la cofradía yami’al-Wadi’a” y entre ellos había de todo tipo aunque primaban los comerciantes y artesanos como carpinteros, herreros y zapateros, zocos/gremios cercanos a la calle donde se encontraba la mezquita. Formaban también parte el gobierno de la comunidad o aljama como el alcaide, los cadíes o alfaquíes. Al igual que en las cristianas, también se admitía a mujeres, aunque se frenaba su acceso a la jerarquía y el ascenso en la cofradía.

Mezquita de Tornerías

Nombres de algunos alarifes y albañiles de la cofradía

Y sí, también había una minoría de albañiles y alarifes, los mudéjares soñados por Amador de los Ríos como constructores de todo lo construido en tres cuartas partes de Castilla sin base documental alguna que sustente la ensoñación del “arte mudéjar”. Mal que le pese a él y a quienes siguen empeñados en defender esa idea de que el arte mudéjar es arte musulmán construido por musulmanes al servicio de cristianos, Amador de los Ríos lo formuló hace más de un siglo sin fuentes que lo avalasen y la investigación de todo el siglo pasado lo que está demostrando es exactamente lo contrario. Allá cada cual, pero las cuentas no salen: faltan manos mudéjares para construir tantos edificios mudéjares como se les atribuye.

Mezquita de Tornerías

Sala de Oración de la Mezquita de Tornerías

El contenido de las actas permite afirmar lo que dicho de forma pedestre podríamos definir como la “españolidad” de los mudéjares, hartamente explicado ya desde trabajos académicos sobre Alándalus y el mudejarismo pero no siempre bien aceptado fuera de las fronteras del mundo universitario. Más allá del mito de “las tres culturas” que se empeña en presentar a las tres religiones como culturalmente antagónicas, las actas demuestran que aquella Castilla heredera de Alándalus era más compleja de lo que algunos defienden. La comunidad musulmana de Toledo en el siglo XV se podía componer de unas 400 ó 500 personas que mantenían el árabe dialectal como lengua viva, enriquecida permanentemente por vocablos y términos del castellano, como lo habían mantenido los cristianos mozárabes y los judíos andalusíes. El árabe se escucharía en mercados, tabernas, fondas, plazas y casas con normalidad cuando Toledo llevaba ya más de tres siglos desgajado de Alándalus.

Mezquita de Tornerías

Los nombres de los cofrades insisten en ese mestizaje que ya estudió Molènat hace años con los casos de matrimonios mixtos conservados en el Archivo Capitular: familias de padres cristianos y madres musulmanas o hijos e hijas que adoptan religiones distintas dentro de la misma familia. ¿Qué cultura se supone que tendrían estas familias mixtas si seguimos aceptando esa idea de que la cultura y la religión van unidas? Los cofrades toledanos de la mezquita de Tornerías se llamaban Abu Abdallah Mohammad ibn García, Alí ibn Said de Ocaña, Suleyman de Burgos y compartían familia con Lopes, Juanas, Teresas y Marías que eran sus primos y hermanos.

Mezquita de Tornerías

Muro de la qibla y mihrab de la mezquita de Tornerías

Tampoco nos confirman ese otro mito de los barrios segregados por religión.  A comienzos del XV la población musulmana se distribuía fundamentalmente por tres barrios inconexos unos de otros y que de ninguna forma podemos llamar “morerías” porque en ellos no sólo habitaban musulmanes sino también cristianos y judíos: el Barrio de los Alfareros o San Isidoro, donde estaba la carnicería para el sacrificio halal; las Tendillas de Sancho Minaya o Bienaya (escrito de mil formas en esta y otra documentación), zona de vivienda de los musulmanes más acomodados que compartían espacio con mercaderes acomodados cristianos y judíos y que fue desapareciendo en parte con la ampliación de la catedral; y el eje Cuatro Calles-Solarejo-Zocodover, el más comercial y menos habitacional en el que se encontrarían las tiendas y esta mezquita-cofradía rodeada de zocos con oficios como los zapateros y herreros que -nada casualmente- se integraban también en esta cofradía.

En definitiva, que en apenas 14 hojas que se conservan de estas actas se contiene una información valiosísima para desterrar no pocos mitos arraigados en el imaginario colectivo toledano y español relativos a las interacciones entre comunidades religiosas. Uno de ellos merece un espacio más amplio, por el momento en el que escribo esto y por lo que nos puede ayudar también a desterrar esa idea de que las leyes más “inclusivas” y modernas las redactamos hoy.

Comer y celebrar ayunos y fiestas en el Toledo del siglo XV: ¿dónde termina lo cristiano y empieza lo islámico?

La asistencia a los más pobres de la comunidad se consideraba una acción meritoria desde un punto de vista espiritual y por eso las actas recogen también quiénes eran los encargados de organizar los encuentros en los que reunir e invitar a la comunidad. Quienes más tenían, más aportaban y facilitaban a los demás poder reunirse en casas donde mantuviesen así el ambiente comunitario. Una vez más, las líneas religiosas parecen romperse y en 1402 los miembros de la cofradía se reunieron en una vivienda cristiana, generosamente grande para albergarlos a todos, sin que a Doña Juana, la propietaria, le pareciera mal alquilarla para que esta cofradía de musulmanes se reuniera a celebrar en ella.  

Estos banquetes sólo pueden entenderse en el contexto en el que vivieron estas últimas familias musulmanas de Toledo, en el que estaba totalmente normalizado que las cofradías cristianas celebrasen reuniones y banquetes en días señalados como los de su patrón. Unas y otras hacían lo mismo, como parte de una misma cultura local. Los Hermanos de la Encomienda celebraban los banquetes los domingos y no los viernes -día sagrado para la comunidad musulmana- porque era más fácil reunirlos a todos el día libre del calendario cristiano que regía -como hoy- las fiestas y el calendario laboral de todos. El mismo texto cuenta que el domingo era el día “en el que no trabajan ni los cristianos ni los musulmanes”. En esos días de banquete y hermandad se buscaba consolidar la convivencia y la confraternidad entre quienes no siempre tenían tiempo ni ocasión de reunirse.

Mezquita de Tornerías

Bóveda central de la sala de oración de la Mezquita de Tornerías

El mes sagrado de Ramadán era un momento clave de la espiritualidad mudéjar en tiempos de supervivencia y conversiones forzosas que ya habían comenzado a darse desde las matanzas de 1391 desatadas especialmente -pero no sólo- contra las comunidades judías. Ayunar nunca supuso un problema para nadie que habitase aquellos años, aunque hoy en nuestra mentalidad católica y europea nos cueste entenderlo. Ayunar se entendía como una forma fundamental de piedad compartida, como algo positivo. Los cristianos ayunaban durante la cuaresma aunque con mayor laxitud que los musulmanes: el ayuno prescrito iba desde los 40 días voluntarios a la obligación de ayunar al menos dos días a la semana, los miércoles y viernes además de las fiestas de guardar. Y aunque no se ayunase, la abstinencia de carne era aún más importante en esos días, porque así se disciplinaba el cuerpo. Y el sexo ni de día ni de noche, pues eso se consideraba un vicio por tratadistas también del siglo XV como Alfonso de Espina, autor del Fortalitium Fidei  que defendía que “cualquiera que ayune durante el día y coma tres o cuatro veces durante la noche, disfrutando de buenas carnes, de las mejores frutas, de las mujeres” era poco más que un débil pecador.

En estos días de ayuno la dieta cristiana se limitaba a pan, rosquillas y buñuelos, sopitas y purés de espinacas, algunas verduras como puerro y remolacha y algo de pescado. Ollas o sopas que eran las mismas en casa del vecino musulmán y judío, pero con la diferencia de la carne que debía proceder de un sacrificio ritual para estos últimos, y que podía dejarse fuera de la receta si no era así. De hecho el Corán 5:5 no hace si no reforzar los antiguos preceptos alimenticios recogidos en el Antiguo Testamento. “Y es lícito para vosotros el alimento de los que recibieron el Libro [judíos y cristianos], así como el vuestro lo es para ellos”. Unos y otros comían prácticamente lo mismo por mucho precepto religioso que hubiera, porque lo que condiciona de base la alimentación es el dinero que tienes y lo que puedes conseguir por cercanía y temporalidad, aunque ahora afloren una y otra vez recetas sefardíes o recetas andalusíes que no tienen ni pies ni cabeza.

En ese contexto, nadie veía negativo ni sospechoso que se acompañase con un ayuno mensual el mes de Ramadán, celebrado con normalidad en Castilla y Aragón. Estaba socialmente aceptado, se veía normal y se había vivido siempre. Los trabajadores musulmanes podían dejar de trabajar en Ramadán o reducir sus horas si así lo deseaban. Se ajustaban sus salarios y sus horarios teniendo en cuenta el riesgo que implicaba no comer ni beber durante la jornada laboral, porque si ocurría alguna desgracia era negativo para ellos y para todos sus compañeros de obra. Es decir: era mejor que parasen, como prioridad, sin discutir el ayuno y entendiendo que había que respetarlo, como ha estudiado María López Díez para los mudéjares de Segovia.

Mezquita de Tornerías

Espacio del Mihrab de la mezquita de Tornerías

Por tanto, la cuestión no era ayunar, sino cuándo y por qué. Hasta que con las conversiones forzosas de 1391 y la violencia contra judíos y musulmanes, el número de estos descendió, al igual que aumentó el de conversos que aceptaron el bautismo para salvar la vida. Conversiones que volvieron a multiplicarse en una época oscura: los años de 1410 y 1411 con el viaje del “predicador del fin del mundo”, fray Vicente Ferrer.

  

El Predicador del fin del mundo y su paso por Toledo.

En 1411 las reuniones de la cofradía se interrumpieron, coincidiendo con los estragos que tuvo que causar la predicación de Vicente Ferrer. Este fraile dominico incendiario viajaba acompañado de una multitud fanática como él, convencida de la llegada del anticristo que el fraile vaticinaba. Por donde pasaba, desaparecían juderías, se convertían sinagogas y mezquitas en iglesias y los procesos de conversión de mudéjares y judíos se sucedían en esos lugares. Por Toledo pasó en julio de 1411 y su presencia incomodó hasta a las autoridades locales, que decidieron no recibirle porque eran conscientes de los tumultos que provocaba la presencia de este fenómeno del populismo medieval. Y no se equivocaron, como os conté hace años aquí.

Mezquita de Tornerías

Sala de oración de la Mezquita de Tornerías

La convivencia, debilitada ya en las décadas anteriores, se rompió para siempre tras el paso de Ferrer. A partir de entonces, la vigilancia sobre musulmanes y judíos aumentó, y especialmente sobre aquellos conversos que habían abandonado el islam y el judaísmo buscando salvar sus vidas. En el XV fue tomando forma la idea de que ya no sólo había que ser cristiano, sino parecerlo. Había que vestir como cristiano, hablar como cristiano, comer como cristiano y construir como cristiano. Se fue perdiendo el árabe que terminó prohibido, fue mutando la alimentación y comenzaron a implantarse de forma severa leyes que buscaban la segregación urbana de las minorías y el deseable fin de ellas. Y la cofradía de la mezquita de Tornerías cesó sus actividades hasta terminar extinguiéndose en 1414, año en el que tenemos las últimas noticias de ella en sus actas.

En las últimas décadas del siglo XV tenemos menos noticias de la comunidad mudéjar de Toledo, que debía ser más minoritaria aún. Lo que sí tengo, sustentado en algunas fuentes del Archivo Capitular y en otros contextos cercanos como el de Segovia o el de Sevilla, es que la mayoría de mudéjares se convirtieron al cristianismo porque no consideraban vivir en otra tierra que no fuese esta, la suya. Cuando entre 1501 y 1502 se decretó la conversión forzosa de todos los musulmanes o la expulsión, los maestros de obras de la catedral toledana cambiaron “misteriosamente” de nombre, como se ve en la documentación publicada hace más de un siglo por Pérez Sedano. A ver si pronto me siento a escribir algo sobre esto, cuando termine de trabajar esa documentación.

Mezquita de Tornerías

Arcos superiores de las bóvedas de la Mezquita de Tornerías

Nos hacemos trampa a nosotros mismos una y otra vez simplificando la historia. Del mismo modo que la mayor parte de los hispanogodos abrazaron el islam a partir del siglo VIII convirtiéndose en muladíes, la mayor parte de los musulmanes castellanos se convirtieron al cristianismo siglos después convirtiéndose en moriscos. Y lo hicieron dejando un rastro documental que nos debería llevar a reflexionar sobre el sentimiento de pertenencia y la(s) identidad(es) de quienes vivieron en nuestras ciudades hace siglos y formaron partes de familias que no cayeron de Júpiter en platillos volantes ni llegaron a lomos de camellos con espadas y coranes en las manos.

Sea como fuere, en 1502 quedaba oficialmente prohibido el islam en Castilla y pocos años después en Aragón. Acto seguido, la mezquita de Tornerías junto con varias casas y bienes adscritos a la misma, fueron otorgados al corregidor de Toledo Don Pedro de Castilla. Poco tiempo después el espacio se convirtió en un mesón, para luego pasar por distintos usos en los siglos siguientes hasta el actual Centro de Artesanía que os animo a visitar porque es un libro abierto en el que leer en vertical y capítulo a capítulo la historia antigua, medieval y moderna de Toledo.

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