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Las noticias sobre las minorías religiosas cristianas de Siria han vuelto a saltar a los medios tras la caída del régimen del dictador Bashar al-Asad, pues no se sabe cuál será ahora su nueva situación ni si contarán con la protección que antes contaban. “¿Pero hay cristianos en Siria, cristianos árabes?”, es una pregunta recurrente para quienes hacemos visitas sobre la herencia islámica en Toledo y debemos explicar lo necesario que es separar conceptos como “cultura” y “religión” o “árabe” y “musulmán”, para entender la compleja historia medieval de nuestra ciudad.

Los mozárabes, los cristianos que vivieron en Alándalus culturalmente arabizados pero manteniendo el cristianismo, se entienden mejor cuando se viaja por el mundo islámico actual pero nos sigue costando entenderlo desde esta Europa monolítica heredera de los nacionalismos decimonónicos. Y con las noticias actuales sobre Siria y la reedición que hizo la editorial Comares de  Los cuervos de San Vicente. Cristianos en Al-Andalus del profesor de universidad granadino Miguel Hagerty, he pensado escribir esta reseña por si alguien quiere entender mejor por qué, con qué estatutos jurídicos y condición social y religiosa, existieron y existen las comunidades cristianas dentro del diverso mundo islámico.

Cristianos mozárabes

Quema de libros religiosos por los moros, de Miguel Vicente, c. 1650 (Iglesia mozárabe de San Lucas, Toledo)

Los cristianos andalusíes o mozárabes: ni tan unidos ni tan resistentes

Empecemos por lo más polémico. Hagerty defendía, como tantos otros, que la Hispania visigoda estaba muy lejos de ser una unidad católica como a veces se pretende. Recaredo podía haber abjurado del arrianismo en el año 589 pero eso “no implicó la conversión masiva de los arrianos al catolicismo” (p. 45). Ni una sola fuente nos confirma que todos los hispanos fuesen todos católicos, es decir, creyentes en el dogma de la Trinidad que defiende que Cristo es también hijo de Dios, que es exactamente lo que niegan arrianos y musulmanes. La mayoría, seguramente, no había aceptado nunca el paso del arrianismo al catolicismo, y eran “preferían comprometerse dogmáticamente ante el islam y vivir en paz integrados en la civilización andalusí” (p. 15). Es más, muchos de ellos se convirtieron al islam  y pasaron a ocupar el nutrido grupo de los llamados “muladíes”, el mayoritario en Alándalus.

Los nuevos gobernantes musulmanes impusieron un estatuto jurídico a través de un pacto con las minorías: la Dimma. Este pacto liberó a los hispanos que seguían siendo arrianos, que se vieron reconfortados con la nueva realidad política y religiosa, que pudieron dejar de fingir y de esconderse y, al igual que los judíos, “miraban a los musulmanes más como libertadores que como vencedores” (p. 50). Para la mayoría, la llegada del islam significó un simple cambio de gobernante, pero la nobleza y el clero sí perdieron muchos privilegios y su posición socio-política. Este número menor de hispanos pertenecientes a las elites políticas y religiosas vieron cómo se rompía su principal sustento: la unión entre Iglesia y Monarquía que había cristalizado con los visigodos, lo que provocó que se quedasen descolgados del poder político. Esta minoría pelearía desde el comienzo por no integrarse.  

Cristianos mozárabes

Iglesia mozárabe de San Lucas, Toledo.

Entre estas elites descabezadas hubo algunos que se repusieron mejor del shock. Elipando, arzobispo de Toledo, “fue uno de los primeros prelados en aceptar plenamente el asentamiento permanente de los musulmanes y, con esta perspectiva pragmática, mezcló la política, tradicionalmente ejercida por los arzobispos de Toledo, con la autoridad eclesiástica que todavía mantuvo respecto de Asturias” (p. 119). Desde Toledo animó a los suyos a permanecer en Alándalus, promoviendo lo que hoy conocemos como el Adopcionismo, un intento de acercamiento entre cristianos y musulmanes a través de figuras comunes como Jesucristo y María, figuras fundamentales -también- de la tradición islámica. Sus intentos de acercamiento fueron bien vistos en Alándalus por las comunidades cristianas, pero condenados como herejía en Asturias y Europa, que por entonces caminaba ya hacia una uniformidad católica y trinitaria (pp. 65-66).  El resultado inevitable fue la desaparición de Toledo como iglesia primada y el traslado a Córdoba de la iglesia más influyente de los mozárabes, la verdadera capital del cristianismo andalusí.

Cristianos mozárabes

Elipando en la galería de retratos de arzobispos de la Sala Capitular de la Catedral de Toledo

Los cristianos de Toledo, Córdoba o Sevilla no pensaron que sucumbían al islam como religión, sino que adoptaron una forma cercana a los otros miles de cristianos orientales y mediterráneos que vivían en Bagdad, Damasco o El Cairo. Y de esas adopciones, la más clara era la lengua árabe. Arabizarse les permitió romper la decadencia de la vida intelectual visigoda y desarrollar una inspiración poética como complemento espiritual de la vida religiosa, reviviendo el brillo intelectual de tiempos romanos. El árabe como motor cultural, sin más, sin componente religioso musulmán, como finalmente terminó siendo en los años posteriores de la(s) escuela(s) de traductores cuando el árabe sería la lengua vehicular del desarrollo científico europeo.

Los verdaderos mozárabes, cuyo sentido etimológico no es otro que “arabizado” o musta’rib, abrazaron el árabe, la estética, la música y la comida. Y lo hicieron más allá de la religión, aunque a veces este concepto de “mozárabe” nos impida ver que tan arabizados o mozárabes eran los cristianos como los judíos. El ejemplo más claro es el de Maimónides, cordobés y referente intelectual del judaísmo cuya lengua, cultura y pensamiento eran tan árabes como los de su vecino y casi contemporáneo el musulmán Averroes. El libro de Sarah Stroumsa que algún día reseñaré por aquí es también fundamental para entender esa arabización o islamización del judaísmo andalusí.

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Sarah Stroumsa: Al Ándalus y Sefarad (Ed. Almuzara)

Hagerty aporta fuentes de cómo también renunciaron a comer cerdo, siguiendo unos preceptos alimenticios que, en puridad, están recogidos en el Antiguo Testamento y son compartidos por las tres religiones, como lo es también la circuncisión que aquellos mozárabes practicaron y defendieron frente a los cristianos del norte. Y su integración pasó por una práctica habitual de aquella sociedad mestiza como eran los matrimonios mixtos: “debía ser rarísima la familia mozárabe sin parientes musulmanes (…) Estos matrimonios, que terminaron en la creación de una auténtica etnia andalusí, siempre preocupaban a los hombres de religión, tanto musulmanes como cristianos” (p. 22).

 

Los Mártires de Córdoba: ¿santos o suicidas, mártires o exaltados?

En el siglo VIII podría tener sentido la resistencia frente a la recién llegada civilización del Islam, la arabización de la mayoría cristiana era un hecho. En Córdoba, la capital más cosmopolita de la península y una de las principales del Mediterráneo, dos clérigos de rango medio-bajo (un abad y un párroco) decidieron promover un movimiento que hoy, sin ningún género de dudas, llamaríamos secta. Un líder que anima al suicidio mientras redacta, recopila reliquias y mantiene la llama encendida buscando un poder político que demandaba para sí. Ese líder se llamaba Eulogio alentó a varios candidatos a blasfemar e insultar públicamente al profeta Mahoma para forzar su ajusticiamiento y así alentar una psicosis colectiva que desencadenase revueltas contra el poder de los Omeya. Partiendo de reinterpretaciones radicales de textos bíblicos, defendía que el Apocalipsis estaba a punto de llegar y que Mahoma era el Anticristo inspirado por el diablo, los musulmanes carecían de cualquier tipo de escrúpulo moral porque Mahoma aprendió bien sus lecciones del mismo diablo y Dios había enviado a Mahoma como castigo por los pecados de los cristianos (pp. 139-141). Pero nadie de su propia comunidad los apoyó.

Cristianos Mozárabes

Prendimiento de San Eulogio (Francisco Bayeu, Claustro de la Catedral de Toledo, segunda mitad del s. XVIII)

 

Es más, incluso algunos obispos como Recaredo de Sevilla quisieron descabezar a Eulogio y condenaron efusivamente el movimiento de exaltados promovido por él. Más allá de Córdoba y de algunos pueblos cercanos, estos “exaltados” -como las llama Hagerty- apenas tuvieron eco. Toledo podría haberse sumado por motivos religiosos pero estaba claro que los motivos de Eulogio eran “ante todo, poder político. Anheló el pasado” y en sus escritos lo dejaba claro: “La cristiandad española, en otro tiempo floreciente bajo la dominación de los godos, ha caído por los altos juicios de Dios en poder de los sectarios del nefando Profeta (…) por nuestros pecados ha pasado nuestra herencia a manos ajenas y nuestra casa a gente extranjera”  (pp. 129-130). Todo un clásico, también hoy: los males siempre vienen de fuera.

Cristianos mozárabes

Prendimiento de San Eulogio (Francisco Bayeu, Claustro de la Catedral de Toledo, segunda mitad del s. XVIII)

En nueve años fueron ajusticiados 49 cristianos en Córdoba, con una única explicación: la dimma garantizaba el libre ejercicio de la religión cristiana y judía, pero prohibía bajo pena capital cualquier injuria contra el islam. Los exaltados no hicieron otra cosa que incumplir ese pacto firmado por ellos mismos, animados por Eulogio. Nunca antes había habido ningún tipo de persecución contra los mozárabes pero con esta campaña de insultos consiguieron “que el estado Omeya aplicara una política más dura hacia los cristianos por razones de seguridad. (…) La gran masa de mozárabes se encontró entre la espada de las autoridades musulmanas, que ya empezaron a mirar de reojo a todos los cristianos, y la pared de los exaltados que culparon más a los otros cristianos que a los musulmanes por la llegada del Anticristo” (p. 124). Los impuestos se incrementaron, lo que conllevó conversiones masivas al islam. Eulogio consiguió exactamente lo contrario de lo que pretendía.

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Detalle del Prendimiento de San Eulogio (Francisco Bayeu, Claustro de la Catedral de Toledo, segunda mitad del s. XVIII)

Para el siglo XI, con la disolución del Califato en decenas de taifas, las poblaciones cristianas andalusíes eran ya minoritarias. Poco después, los almorávides y finalmente los almohades invadieron el territorio y establecieron realidades políticas menos permisivas con las minorías religiosas, que comenzaron a huir al norte buscando la protección de reyes castellanos y leoneses. Toledo cuenta con varios templos de aquellas comunidades de las que apenas sabemos nada antes de 1085, cuando se produjo la conquista por parte de Alfonso VI y aparecieron las míticas seis parroquias mozárabes de las que sólo tenemos constancia tras la conquista y gracias a la más que probable llegada de mozárabes del sur a una ciudad que no era la suya. Mozárabes como los de Sevilla que reconvertirían mezquitas en parroquias como la de Santa Justa y Rufina, mientras otras procederían de conversiones masivas que se dieron en el seno de las comunidades musulmanas, con el único objetivo de seguir viviendo en sus casas y ciudades.

Cristianos Mozárabes

Parroquia mozárabe de Santa Justa y Rufina

El cristianismo mozárabe se había mantenido, sí, pero se había vuelto heterodoxo por el contacto y contagio directo con la mayoría musulmana. Y las tensiones entre los cristianos andalusíes arabizados y los conquistadores extranjeros llegados del norte que los consideraban una herejía no tardaron en aparecer. Tuvieron que pasar casi 100 años para que la ciudad contase con un arzobispo mozárabe, pues los reyes y sus militantes socios de Cluny desconfiaban de ellos. Y no les faltaba razón. No hay más que ver la imponente iglesia de San Román promovida ya en el siglo XIII por el arzobispo -navarro- Jiménez de Rada, cuyos muros los recorren textos que refuerzan esos puntos de encuentro con el islam, como lo es Maryam, María, la madre del profeta del islam, Iça, Jesucristo. De Virginitate Mariae de San Ildefonso se convirtió en una obra referente y “esta continuada devoción mariana entre los mozárabes y su propagación por la jerarquía de la Iglesia, debió de facilitar aún más la extensión del terreno de creencias comunes islamocristianas” (p. 53).

Cristianos Mozárabes

Parroquia latina de San Román, fusión de los dos ritos -romano y mozárabe- y promovida por Rada (Toledo, 1221)

El ábside cubierto de alabanzas en árabe añadido a la mezquita de Bab al-Mardum es también elocuente de hasta qué punto lo árabe trascendió las propias comunidades y parroquias consideradas mozárabes. A pesar de Eulogio, de los exaltados y de la persistente negación de lo árabe como manifestación espiritualmente cristiana, lo árabe y lo cristiano recorren toda la geografía mediterránea con comunidades coptas, siriacas, nestorianas y mozárabes que entendieron que esa raíz semítica les acercaba mucho más al cristianismo original y primigenio que las realidades culturales del norte.

Cristianos mozárabes

Ábside de la mezquita de Bab al-Mardum y ermita del Cristo de la Luz

Ahí mismo podéis encontrar ejemplares del libro de Hagerty, que desde hace unos meses la tienda de la mezquita-ermita se ha convertido en la mejor librería especializada sobre temática medieval y andalusí. Disfrutad de su lectura (o regalándolo esta Navidad, que aún hay tiempo hasta Reyes).

Cristianos Mozárabes

Librería y tienda de la mezquita de Bab al-Mardum y ermita del Cristo de la Luz

Cristianos mozárabes

Librería y tienda de la mezquita de Bab al-Mardum y ermita del Cristo de la Luz

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