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Si ya habéis hecho alguna de las visitas guiadas por Toledo en las que hablamos de algunos casos de mujeres que se enfrentaron a la inquisición, seguro que conocéis a Elena de Céspedes, una de las protagonistas de la visita. Si no, os presento ahora mismo a una de esas personas cuya es historia es absolutamente fascinante y no siempre bien conocida, muchas veces reducida a categorías imposibles por inexistentes en los años en los que vivió: ¿lesbiana, transexual, queer?. Hoy es relativamente fácil adscribirse a una o a varias de esas categorías, pero no lo era entonces ni Céspedes disponía del contexto ni del aparato teórico actual para reflexionar sobre su propia identidad.

Elena Eleno de Céspedes

Cubierta del proceso a Elena / Eleno de Céspedes (Archivo Histórico Nacional)

Hace poco he estado en Jerez de la Frontera y en Sanlúcar de Barrameda, dos ciudades a las que hay que volver por mil motivos siempre que se pueda, y en las que Elena de Céspedes experimentó la transformación que marcaría su vida: dejar atrás a Elena, la costurera mulata andaluza, y convertirse en Eleno, el soldado, sastre y cirujano madrileño. Así que he pensado en empezar a escribir una serie de artículos según pueda ir recorriendo algunos de esos lugares, a través de los que contaros su historia. Y quiero hacerlo con fotos, pero también volviendo al proceso original conservado en el Archivo Histórico Nacional y dejando hablar a Elena, que nos irá contando su historia.

Empecemos por el final.

“En la audiencia de la mañana de la Inquisición de Toledo, a 18 de agosto de 1587, ante el inquisidor don Lope de Mendoza y por mandado de la audiencia, fue traída de su cárcel Elena de Céspedes y, cuando estuvo presente (…) Le fue dicho que el fiscal del Santo Oficio había presentado contra ella una acusación y auto en que se daba noticia de que le estaría bien que enteramente confesase la verdad, según había sido amonestada (…) Dijo que no tenía más que decir”.

¿Quién era Céspedes, de qué se le acusaba y por qué estaba presa en las cárceles de la Inquisición de Toledo esta “mujer en hábito de hombre”?

“A 17 de julio de 1587, audiencia de la mañana del Tribunal de Toledo, ante el inquisidor Lope de Mendoza. Por su mandado fue traída de la cárcel una mujer en hábito de hombre, de la cual fue recibido juramento en forma pública de derecho so cargo del cual prometió decir verdad así en esta audiencia”.

Los procesos inquisitoriales contienen pequeñas autobiografías que conocemos con el término que a veces aparece en el margen de los folios del proceso: “Discurso de su vida”. Era la declaración de las personas que comenzaban a ser juzgadas, el desarrollo de su vida, familia, viajes, creencias y oficios a petición de los propios inquisidores. El de Elena dio comienzo esa misma mañana del 18 de agosto de 1587, y le siguieron varias audiencias más donde fue contando su historia.

Elena Eleno Céspedes

Familia y genealogía de Elena o Eleno de Céspedes

Padres: Pedro Hernández, vecino de Alhama, que es labrador y tiene un molino. Mi madre se llama Francisca de Medina, la cual es ya difunta. Creo que mi padre es vivo, y que Francisca de Medina, mi madre, fue de Málaga, y que era morena (…). Preguntado por el discurso de su vida, dijo que nació en la ciudad de Alhama, en casa de Benito de Medina, amo de su madre, y que estando esclava, aunque su amo dijo que era libre, con él se crio hasta ser de edad de ocho o diez años. En Vélez Málaga se crio una hija de su amo, y esta se fue con ella y la siguió como dos años. Después se quedó con su madre en Alhama y aprendió a tejer”.

Hoy contamos con numerosas publicaciones académicas que nos permiten conocer mejor el caso de Céspedes en su contexto, y que me habréis escucha citar mil veces en las visitas guiadas. Los trabajos de Aurelia Martín Casares, Sara Cano y Aurelio Orejudo son fundamentales y accesibles desde internet y os pueden permitir conocer estos primeros años de Céspedes entre Alhama y Vélez Málaga, la última tierra habitada por los últimos andalusíes que, tras los procesos de conversión forzosa, se convertirían en moriscos. Allí nació Elena de Céspedes hacia 1545, hija de una esclava negra o morena que servía a un matrimonio de la localidad, seguramente de cristianos viejos. Elena testificó que decían que su padre era un labrador de Alhama, aunque gracias a los numerosos estudios actuales ya sabemos que la mayor parte de estas mujeres hijas de esclavas eran también hijas de sus amos.

Eleno Elena de Céspedes

Alhama de Granada

“A la pregunta sobre si ella y sus padres eran cristianos viejos, dijo esta que sus padres cree son cristianos viejos, aunque su madre era esclava, que era negra y de casta de gentiles”.

Ella definió a su madre como “morena” y “negra” indistintamente. Podía ser una esclava del norte o del interior de África, y su padre podría ser Benito de Medina (seguramente un castellano llegado tras la conquista de 1492), un morisco de Alhama o un labrador morisco o no morisco. En el primer caso Elena sería más oscura, en el segundo, menos. Poco más se puede concretar sobre su color de piel salvo que tendría genes africanos por parte de su madre y un color de piel muy oscuro, pues como contaría décadas después, sería confundida con un monfí, una especie de bandolero morisco.

Eleno Elena de Céspedes

Esclavitud y marcas en la cara de Céspedes según su declaración

“Preguntado se ha, a la dicha Elena de Céspedes, qué dos señales que tiene en los carrillos como esclava, digo, en el carrillo izquierdo; cuándo se le quitó la señal de esclava; y en qué servidumbre ha estado. Dijo que no se acuerda más de que la señal es de carbunco que le dio siendo pequeña, y que no ha sido esclava de nadie”

Piel oscura y manchas en la cara, que ella dijo que procedían de una enfermedad (carbunco) pero que podrían ser de las marcas de hierro con las que se sellaba y castigaba a algunas personas esclavizadas; hoy lo sabemos, entre otras fuentes, por las miles de fichas de moriscos esclavizados y desterrados de la Alpujarra y la Axarquía, conservadas en los archivos municipales de las ciudades en las que fueron reasentados tras el destierro. Claramente tenía cicatrices en la cara, pero nunca reconoció que fuesen marcas de su esclavitud aunque su madre si fuera esclava, ni cómo o cuándo se las hizo si es que fue esa enfermedad. Tampoco insistió más la inquisición, que a tenor de cómo evolucionaron los interrogatorios, no creyó a Elena y siguió pensando que eran las marcas de los hierros de tantas otras personas esclavizadas.

Elena Eleno Céspedes

Alhama de Granada (George Hoefnagel, 1564)

Elena era cristiana (y a la luz de algunas acciones de su vida que vendrán en los próximos artículos, quizá convencida de serlo) aunque sin duda la cultura propia de los moriscos estaba en su día a día. Alhama de Granada aún en 1564 era representada por el artista belga Hoefnagel como una población morisca en sus hábitos y estética, que en 1567 también vivió un chispazo de revuelta contra Felipe II como el resto de comunidades moriscas de la zona. Y Elena fue sospechosa de ser monfí a ojos de pobladores vecinos, como veremos, una especie de bandoleros moriscos que recorrían la Alpujarra y la Axarquía, pero en cambio la inquisición nunca le acusó de ello ni sospechó que lo fuera por más que hubiese tenido contacto con cirujanos y curanderas moriscas.

Elena Eleno Céspedes

Parroquia de la Encarnación de Alhama de Granada, donde tuvo que bautizarse Elena de Céspedes al nacer.

“Y con mi madre estaba hasta que, fue a edad de quince o dieciseis años, que me casé con Cristóbal Lombardo, albañil que era vecino de Jaén, y se casó y veló en Alhama conmigo. Hizo vida maridable conmigo como tres meses, y de él hube un hijo, que se llamó también Cristóbal. Y porque me llevaba mal con él, él se ausentó y se fue. Quedé sola, y preñada (…) No sé si este [el hijo] es vivo porque le dejé en Sevilla en casa de Mario Antonio, que era extranjero y vive en aquella ciudad y tiene en arrendamiento un horno, y vive en La Laguna. No he tenido más hijos. Este Cristóbal Lombardo, mi marido, murió en Baza dentro de poco tiempo que casó conmigo”.

Elena Eleno Céspedes

Discurso de la vida en el que se refiere a la mala relación con su marido

Elena confirmó que hizo “vida maridable” con Cristóbal, es decir, que tuvieron sexo y se quedó embarazada de él. Esto es importante porque eso convertía el matrimonio en un contrato válido, consumado. Pero ni siquiera sabemos si el matrimonio fue acordado por sus padres o si todo se debió a un caso de estupro o de violación, uno de tantos, tras el cual el hombre muchas veces se veía obligado a casarse con la mujer violada, más aún si ella era una criada o una esclava como era este caso. Quizá esta segunda opción explique que Elena no sintiese ningún afecto por su hijo, o al menos eso se desprende de su declaración. Sin que dé motivos, a los 19 años y sola decide abandonar a su hijo en Sevilla. Hijo del que nunca más supo ni quiso preocuparse, prueba -según explica Maganto- de que había perdido absolutamente el instinto maternal. La inquisición supo durante el proceso que su hijo seguía vivo en 1587, y que jamás había vuelto a tener contacto con Elena desde que fue abandonado.

Elena o Eleno de Céspedes

Declaración y discurso de su vida de Elena de Céspedes

Fue ahí, durante el parto, cuando Elena vivió y sufrió sus primeras y fundamentales transformaciones físicas, como contó en su declaración:

“Con la fuerza del parto, se le rompió un pellejo que tenía sobre el caño de la orina, y le salió una cabeza como medio dedo pulgar (…) que parecía en su hechura cabeza de miembro de hombre, el cual cuando esta tenía deseo y alteración natural [cuando se excitaba], le salía como dicho tiene, y cuando no estaba con alteración se enmustecía y recogía a la parte y seno donde estaba antes que se le rompiese el dicho pellejo”

¿Qué hay de cierto en esto? ¿Era verdad esto que contaba o era un razonamiento propio de alguien con conocimiento médico que sabía que los ineptos fiscales y jueces inquisitoriales no sabrían nada? El médico Emilio Maganto, que ha estudiado el caso de Céspedes desde el punto de vista de la medicina, opina que podía ser verdad: se llama clítoris hipertrófico o clitoromegalia, y algo parecido le pasó también tan sólo unas décadas después en 1617 a la monja de Úbeda (doña Magdalena Muñoz), religiosa seudohermafrodita que ya en el convento sufrió una repentina transformación viril y tuvo que ser exclaustrada.

Para entonces esta mulata, con manchas en la cara y relativa independencia económica tenía aproximadamente 20 años.

Eleno Elena de Céspesdes

Declaración de Elena de su paso por Granada

Estuve en Alhama en la casa de Gaspar de Bedmar, como dos años, poco más o menos, que murió mi madre. De allí me fui a Granada y asenté en casa del racionero San Miguel, que después fue tesorero en el tesoro de la Capilla Real de Granada. Con él estuve como cuatro o cinco meses, allí aprendí el oficio de hacer calzas. De allí me puse al oficio de tejedora en casa de Alonso Martínez, trompeta, en la calle de los Gumeles, y al cabo de seis meses, porque no hallaba qué tejer, comencé a hacer oficio de sastre y de calcetería, y me entretuve de esta manera en Granada como un año, poco más o menos”.

Elena deambula unos meses entre Sevilla y Alhama, sin que sepamos nada más, y posteriormente se establece en Granada, donde sirve en varias casas como criada, pero desarrollando lo que hoy llamaríamos un espíritu emprendedor y aprendiendo un oficio con el que profesionalizarse: sastre y calcetera.

Eleno Elena de Céspedes

Puerta de las Granadas (a) y Cuesta de Gomérez en el plano de F. Pi y Margal y F. Parcerisa, Recuerdos y bellezas de España, 1850.

 

Elena se establece en Granada, en una de las calles más transitadas hoy, cercana a la entonces recién construida Puerta de las Granadas por la que se accede al recinto de la Alhambra. Probablemente entonces se enfrentó a la cruda realidad patriarcal de los gremios, que le impidieron trabajar por ser mujer, o quizá por ser oscura de piel y sospechar que era morisca. El patriarcado y el racismo al servicio del incipiente capitalismo moderno.

“Y de allí se fue a Sanlúcar de Barrameda. Allí hizo oficio de sastre y calcetera públicamente, y hallaba bien en qué ganar de comer”

Elena Eleno de Céspedes

Declaración de su paso por Sanlúcar

Quizá con el oficio aprendido decidió dar el salto a una ciudad con menos competencia profesional (o menos vigilancia inquisitorial que en la Granada de Carlos V) y se estableció en Sanlúcar de Barrameda hacia 1565-1568. Y allí parece que consiguió lo que quería: un acomodo económico mejor que en Granada que le permitió “en qué ganar de comer” pero sobre todo un despertar sexoafectivo que narró con algunos detalles.

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Sanlúcar de Barrameda desde la subida a la parte alta

Elena Eleno de Céspedes

“Y cuando estuvo en Sanlúcar de Barrameda, como tiene dicho, haciendo una vez una obra de oficio de sastre, como entonces la usaba, en casa de un mercader de lienzos que se llamaba Hernando de Toledo, quedando a solas con su mujer, que se llamaba Ana de Albánchez, que era moza y hermosa, a esta [Elena] le vino gana de besarla, y sin decirle cosa alguna la besó. Y espantándose de esto ella [Ana], esta [Elena] le dijo, medio disfrazada por la vergüenza que esta tenía de decirlo, que tenía dos sexos. Y la dicha Ana de Albánchez llevó a la dicha esta a la cama, y aunque estaba alterada y tenía aquella cabeza [pene o clítoris] salida como tiene dicho y se echó encima de ella, no la pudo hacer nada más que aquella demostración”

Elena Eleno de Céspedes Elena Eleno de Céspedes Elena Eleno de Céspedes Elena Eleno de Céspedes

Después de Alhama, donde nació, Elena no había encontrado un lugar en el que vivir cómodamente hasta ahora. Sanlúcar fue el lugar donde más tiempo vivió, y lanzando una hipótesis difícil de documentar, quizá donde pensó en establecerse. Tenía alrededor de 22 años, una relativa estabilidad económica y por primera vez, una relación sexual y sentimental satisfactoria aunque contradictoria. Hoy la ciudad histórica y alta de Sanlúcar se ha transformado enormemente debido al proceso de industrialización vitivinícola del siglo XIX, y es probable que la mayoría de los lugares que vio y vivió Elena no se conserven más allá de referencias en la toponimia de calles y plazas. 

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Convento Madre de Dios de Sanlúcar de Barrameda

Elena Eleno de Céspedes

Parroquia de Nuestra Señora de la O de Sanlúcar de Barrameda

 

“Enseguida se fue a licenciado Tapia, cirujano de aquella ciudad, que la vio y le dijo que era hermafrodito. Con una tienta que metió, dio una navajada más arriba del pellejo que había empezado a rompérsele y, dada la navajada, salió un miembro de hombre. Le salió un poco encorvado, un poco hecho en arco, y cortóle el dicho cirujano el frenillo, con lo que quedó dicho miembro derecho. Y dijo a esta que tenía mal fundamento porque era muy flojo en la raíz, y curó a esta.

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Antiguas Casas del Cabildo de Sanlúcar de Barrameda

Elena Eleno de Céspedes

Plaza de la Paz, donde se situaba el Cabildo de Sanlúcar en tiempos de Elena de Céspedes

Elena acude a un médico de Sanlúcar totalmente confusa, según su declaración. Todas las categorías de sexo y género actuales se reducían a dos, hombre o mujer, y Elena se debatía entre ellas. Tapia le practicó una pequeña cirugía rasgándole un pellejo que sacó a la luz un pene, y le dio a conocer la única categoría sexual y anatómica que manejaría durante toda su vida: el hermafroditismo. Siempre nos quedará la duda de qué hablaron y qué contó Elena a Tapia en Sanlúcar, si ella era consciente de que la homosexualidad era una realidad innegable más allá de la persecución moral que recaía sobre ella, y si ambos pactaron lo del hermafroditismo como una posible explicación anatómica que permitiese vivir en paz a Elena.

Elena Eleno de Céspedes

Declaración sobre su hermafroditismo

En su declaración habla de esa “cabeza” que no funcionó en ese encuentro con Ana, pero no queda claro si por los nervios y la angustia o porque no era un pene ni alcanzó una erección total.  No sabía si eso le podía pasar siendo mujer, o si era un hombre con un pene (atrofiado o no) que le había fallado. Pero Tapia dio respuesta con su cirugía a las dudas de Elena, al menos una: fuese mujer o no, tenía pene. Si hubiese tenido las categorías que hoy manejamos se habría podido desenvolver mejor, pero no las tenía y su duda era si le podían gustar las mujeres siendo mujer, o si en cambio era un hombre y lo que le fallaba era el pene. Entonces, ¿tenía pene pequeño escondido, hipertrofia del clítoris? De haber hecho eso debería haber cicatriz, y una cosa que certificaron todos los médicos en los siguientes años fue que Elena no tenía ninguna cicatriz, y ella tampoco peleó porque este punto se aclarase ante los inquisidores.

Elena Eleno de Céspedes

Palacio de los Duques de Medina Sidonia

Elena Eleno de Céspedes

Palacio de los Duques de Medina Sidonia

“Y con quince días quedó sana y esta quedó con habitud de poder tener cuenta con mujer y volvió a la dicha Ana de Albánchez y con ella tuvo muchas veces cuenta, y con otras, ya como hombre. Estuvo en su casa sin que su marido entendiese nada como cuatro o cinco meses. Al cabo de ellos, porque el corregidor de la ciudad estaba aficionado a la dicha Ana Albánchez y Elena dormía con ella, este la mandó salir de la ciudad y esta se fue a Jerez.”

Elena Eleno de Céspedes    Elena Eleno de Céspedes

En los años que vivió en Sanlúcar de Barrameda, Elena tuvo que enfrentarse a infinitas preguntas sobre sí misma que no sabemos si llegó a responder. Sanlúcar marca un antes y un después en la vida de Elena, pero también de Eleno. Fue aquí donde por primera vez se entregó a una “moza y hermosa” chica como ella, la primera vez que besó a otra mujer y la primera vez que tuvo unas relaciones sexuales que define completamente satisfactorias. También la primera vez que entendió que para tener “muchas veces cuenta y actos como hombre” con otras mujeres, debería cambiar por fuera pero también por dentro, y adoptar la ropa y actitud de un hombre, pero también garantizarse un pene. Elena abandonó Sanlúcar y huyó a Jerez de la Frontera, donde daría el último giro hacia la transformación definitiva de Elena para convertirse en Eleno.

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Declaración sobre la riña con el rufián

“En Sanlúcar estuvo como año y medio y de allí fue a Jerez de la Frontera, donde hizo el mismo oficio de calcetero y sastre. Riñó con un rufián que se llamaba Heredia. Elena le tiró un puñal y la prendieron; cuando salió de la cárcel, por amenazas que le había hecho el dicho Heredia y otros rufianes, determinó de andar en hábito de hombre y dejar el de mujer, que hasta allí siempre trajo (…) sin decir ni Pedro ni Eleno ni Juan”.

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Arco de la Muralla del Alcázar de Jerez de la Frontera

 

Ni Pedro ni Eleno ni Juan: Céspesdes y la transformación total en Jerez de la Frontera

En el camino de Sanlúcar a Jerez Elena tomó la determinación de no limitarse a la cirugía realizada por Tapia, sino comenzar a vivir como un hombre. O al menos intentarlo. Sin duda que a Jerez tuvo que llegar triste y emocionalmente destrozada, pero no sabemos cuánto tiempo ni cómo lo pasó allí, ya que en su declaración su estancia en Jerez se resume a una pelea con un tal Heredia, al que ella dio un navajazo que le llevó a la cárcel. Heredia era un rufián, algo que según el Tesoro de la Lengua de Covarrubias, el diccionario redactado algunos años después del paso de Elena por Jerez, podía llegar a tener connotaciones sexuales. Podía ser un chulo o un proxeneta, lo que abre la posibilidad de imaginar a Elena en un ambiente quizá más marginal del deseado por ella. ¿Intentaron violarla, intentaron prostituirla? Sabemos sólo lo que contó ella: que riñó con él y que ella le acuchilló, sin pruebas -también quizá sin dudas- de que lo hizo en defensa propia.

Eleno Elena de Céspedes

 

La cárcel histórica ya no existe, en la actual Plaza de la Asunción, y en su lugar se levantó el actual Palacio de los Condes de Casares junto a las Casas Capitulares, en uno de los rincones más emblemáticos aún hoy de la ciudad.

  Elena Eleno de Céspedes Elena Eleno de Céspedes Elena Eleno de Céspedes Elena Eleno de Céspedes  Elena Eleno de Céspedes

Elena tomó conciencia de su indefensión en la cárcel y da el paso definitivo a “andar en hábito de hombre”. Hábito que implicaba vestir como hombre, pero también trabajar como hombre, actuar como hombre y ser llamado como hombre, “sólo Céspedes, sin decir Pedro ni Eleno ni Juan”. Tendría por entonces 23 años y su sexualidad estaba ya plenamente definida. Ya no era inexperta en ese sentido, y tampoco pobre, pues conocía de sobra un oficio con el que poder mantenerse. Quizá entonces había ya caído en la cuenta de que su ambigüedad jugaba en su contra en una sociedad que estigmatizaba a quien salía de la norma; y ella era mujer, mulata y quizá de actitud poco normativa.

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Torre de la Atalaya y Real Iglesia De San Dionisio Areopagita (Jerez de la Frontera)

Elena Eleno de Céspedes

Real Iglesia De San Dionisio Areopagita (Jerez de la Frontera)

Eleno Elena de Céspedes

Torre de la Atalaya y Real Iglesia De San Dionisio Areopagita, en la plaza de la antigua cárcel (Jerez de la Frontera)

“Cuando salió de la cárcel, por amenazas que le habían hecho el dicho Heredia y los otros rufianes, sus compañeros, por disfrazarse la dicha Elena de Céspedes, esta determinó de andar en hábito de hombre y dejó el de mujer que hasta allí siempre trujo. Y en el dicho hábito de hombre se fue a Arcos”.

Elena Eleno de Céspedes

Torre de la Catedral de Jerez desde las Bodegas González-Byass

Era hora de definirse, y hora de asumir que comenzarían los problemas serios. Ella declaró que Heredia había jurado asesinarla cuando saliese de la cárcel, algo que también ayudaría a la decisión final de vestirse de hombre nada más poner un pie en la calle, no sabemos si con la intención de quedarse en Jerez o de tener el tiempo suficiente para huir. Pero lo cierto es que vestida de hombre Elena hizo una comprobación fundamental: las enormes ventajas en todos los sentidos que tenía serlo, o al menos parecerlo, en la España del siglo XVI. Entonces ya sí, como hombre, sin llamarse Pedro ni Eleno ni Juan, emprendería su huida desde Jerez para comenzar una vida nueva que le llevaría por las sierras de Cádiz y Málaga a trabajar de mozo de labranza, a servir en la guerra como soldado de unos tercios y terminar saltando a Madrid para convertirse en lo que la tradición ha llamado “la primera cirujana de la historia”. En un par de meses estaré de congreso y viaje por esas sierras, haré algunas fotos y espero poder contaros esos años fundamentales en la vida de Céspedes, en los que consiguió dejar totalmente atrás la sombra de Elena, la mulata granadina de Alhama que entre Sanlúcar y Jerez quiso convertirse en Eleno. 

Elena Eleno de Céspedes

Firma de Eleno de Céspedes

 

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