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Hoy empieza la primera sesión tras la denuncia por genocidio de Sudáfrica a Israel. Se le acusa de cometer crímenes de guerra en Gaza, pero también de promover una limpieza étnica sistemática desde hace décadas. Este argumento es el tema central de un libro que quizá os reseñe pronto, de Ilán Pappé, pero hoy quiero recomendaros dos trabajos de historia fundamentales: La invención de la Tierra de Israel de Shlomo Sand (Akal, 2013) y Palestina: cien años de colonialismo y resistencia de Rashid Khalidi (Capitan Swing, 2022)

Todas las reseñas que ya habéis podido leer en este blog pretenden lo mismo: animaros a leer esos libros. No son reseñas críticas ni académicas, sino personales y accesibles para acercaros lecturas que para mí han sido y son fundamentales. Y estos dos libros lo son para entender el proceso histórico que ha llevado al sionismo a defender (y convencer a buena parte del planeta) que los actuales israelíes son los legítimos propietarios de una tierra, y cómo esa victoria sirvió para que Inglaterra y Estados Unidos se lanzasen a la colonización de Palestina para garantizar la defensa de sus intereses estratégicos. Por eso he decidido presentaros a los autores y sus motivaciones fundamentalmente, y dejar que sean ellos quienes hablan con algunos párrafos fundamentales que os he copiado.

Shlomo Sand y Rashid Khalidi nacieron a la vez y sus historias familiares jamás se habrían cruzado de no ser por la creación del Estado de Israel. Sand es judío, es hoy israelí pero como él mismo cuenta en La Invención de la Tierra de Israel (p. 232), nació cerca de Múnich en un campo de refugiados en los que se dio cobijo a aquellas personas judías que habían sobrevivido al Holocausto. Sus padres, de origen polaco, sobrevivieron a las matanzas nazis y marcharon a vivir al entonces recién fundado Estado de Israel en 1948. Ese mismo año nació también Rashid Khalidi, pero en Estados Unidos. Hijo, nieto, biznieto de palestinos, su familia cuenta con políticos, alcaldes de Jerusalén y hombres de cultura palestinos, casi todos musulmanes pero también cristianos. Sand pertenece a aquellas familias que llegaron para colonizar Palestina, mientras que Khalidi a las que sufrieron la Nakba, la catástrofe que expulsó a cientos de miles de palestinos de sus casas y sus tierras.

Shlomo Sand La Invención de la tierra de Israel

Shlomo Sand (The Guardian, 2014)

Shlomo Sand es Profesor Emérito del Departamento de Historia de la Universidad de Tel Aviv y especialista en la Historia intelectual de Europa en el siglo XX y en la historia y teoría de las naciones y los nacionalismos. Los propósitos con los que se acercó a los mitos identitarios israelíes en este libro (que es la continuación de otra obra fundamental escrita anteriormente, La invención del Pueblo judío, también publicado por Akal), los escribe dispersos por toda su obra:

“Mi principal objetivo en este libro es desmontar el concepto del “derecho histórico” judío sobre la “Tierra de Israel” y sus asociadas narrativas nacionalistas, cuyo único propósito era establecer la legitimidad moral para apropiarse del territorio. (…)

Doy clases de Historia en la Universidad de Tel-Aviv y vivo no muy lejos del Campus Universitario. Tanto mi casa como mi lugar de trabajo se levantan sobre las ruinas de un pueblo árabe que dejó de existir el 30 de marzo de 1948. Ese día de primavera los últimos y asustados habitantes del pueblo se pusieron en marcha por la polvorienta carretera que llevaba hacia el norte, llevándose con ellos las pertenencias que podían y desapareciendo lentamente de la vista de los enemigos que tenían rodeado el pueblo. (…) En pocas horas (…) los habitantes de al-Sheikh Muwannis se desvanecieron de las páginas de la historia de la Tierra de Israel y cayeron en las profundidades del olvido. Las casas y los campos del pueblo ya no existen (…)

Green House Shaykh Muwannis

La Casa Verde, una de las escasas construcciones de al-Sheikh Muwannis que no fue destruida y hoy es un espacio para eventos de la Universidad de Tel Aviv

 

La historia de al-Sheikh Muwannis no es excepcional. En total, en el trascurso de la Nakba, unas setecientas mil personas fueron desplazadas, perdiendo sin compensación sus tierra y hogares (…) Vivo dentro de una nación y dentro de un territorio que son ambos claros construcciones del recuerdo de un pasado de hace cuatro mil años. Esta procesada y reconstruida memoria judía se convirtió en el alimento del movimiento sionista y sirvió como la base fundamental para legitimar su empresa de colonización (…)

Con los años, he aprendido mucho de mis muchos viajes culturales y de investigación. Pero lo más importante que he aprendido es que, después de todo lo que se ha dicho y hecho, recordar y reconocer a las víctimas que nosotros mismos creamos es mucho más eficaz para alcanzar la reconciliación humana y para tener una vida ética que recordar incesantemente que somos los descendientes de un pueblo que una vez fue la víctima de otros” (Sand, pp. 259-281)

 

Rashid Khalidi Palestina

Rashid Khalidi (Casa Árabe, 2023)

 

Rashid Khalidi escribió su libro hace apenas tres años y la traducción al castellano salió el año pasado. Es, por tanto, el libro más actualizado en relación al conflicto. Palestino nacido en Estados Unidos, forma parte de un linaje de políticos, diplomáticos y alcaldes de la ciudad de Jerusalén antes de la expulsión y la Nakba. Todavía allí se encuentra la www.khalidilibrary.org, una de las bibliotecas privadas más antiguas de la ciudad vieja con abundante documentación sobre la que ha trabajado en este libro. Es también historiador y Profesor de la Universidad de Columbia, donde ocupa la cátedra que antes ocupó un referente de la lucha y los derechos del pueblo palestino, Edward Said.

Biblioteca Khalidi en el centro de Jerusalén

Lejos de entrar en la parte más dramática de su historia personal, su “propósito ha sido mostrar que en todo momento este conflicto debe contemplarse de manera muy distinta de la mayoría de las visiones predominantes al respecto (…) Este libro se sustenta en una base académica e investigadora, pero en este caso va acompañada de una visión en primera persona que generalmente se excluye de la historiografía formal (…) No podemos pasar por alto las formidables fuerzas internacionales e imperiales desplegadas contra ellos [la sociedad palestina] -cuya envergadura se ha desdeñado a menudo-, y pese a las cuales han mostrado una extraordinaria resiliencia. Confío que este libro sea un reflejo de esta capacidad de resiliencia y contribuya a recuperar al menos una parte de todo lo que hasta ahora ha sido borrado de la historia por quienes controlan toda la Palestina histórica y el relato que la rodea” (Khalidi, pp. 37-38).

 

Por qué son dos libros fundamentales para entender lo que sucede en Gaza (y en Cisjordania)

La invención de la Tierra de Israel y Palestina. Cien años de Colonialismo y Resistencia son dos caras de la misma moneda, dos enfoques complementarios de un mismo conflicto que ideológicamente se remonta al siglo XIX aunque propagandísticamente parezca una guerra milenaria. Dos puntos de vista sobre una realidad común de la que ambos parten: ambos tienen claro que existe una víctima, que es el pueblo palestino, y unos culpables, que son el movimiento sionista alentado por Inglaterra y Estados Unidos, que llegó a crear el último ejemplo de colonialismo blanco y europeo en Oriente Medio.

El libro de Shlomo Sand explica el conflicto desde dentro de la sociedad judía e israelí mientras que Khalidi lo hace como palestino, musulmán y estadounidense. Sand señala las políticas supremacistas israelíes desatadas sin control desde 1977 y apoyadas por Inglaterra fundamentalmente; Khalidi, el abandono repetido de muchos estados árabes a la causa palestina y la instrumentalización que aún hoy lleva a cabo Estados Unidos. Colonización y descolonización como contexto de fondo de ambas obras. El libro de Sand se entiende leyéndolo con las gafas de la teología y la religión puesta al servicio de una causa nacionalista, colonial y territorial como el sionismo que sustenta la creación del Estado de Israel. El de Khalidi es un libro político y diplomático en el que la religión apenas aparece, sólo Palestina como realidad humana, y escrito desde dentro de algunas negociaciones de las últimas décadas de las que el autor ha formado parte como miembro de los equipos palestinos en la ONU. La traición de Inglaterra apoyando al sionismo es un eje central en el libro de Sand, la de Estados Unidos apoyando a Israel lo es en el de Khalidi. Los dos tienen mucho de ajuste de cuentas, pero con un uso masivo y metodológicamente intachable de documentación histórica conservada en archivos, hemerotecas y recursos audiovisuales. Los dos tiene claro que los intentos de limpieza étnica no tienen nada que ver con el terrorismo ni con el derecho a defenderse de Israel, sino que forman parte de un detenido plan de colonización de Palestina que tiene a una única víctima: el pueblo palestino.

Os dejo sencillamente algunos párrafos que me han parecido fundamentales al leerlos y que espero que os animen a que lo hagáis, sin duda en el orden que creo que es mejor para trazar una cronología más comprensible de la historia, empezando por La invención de la Tierra de Israel de Shlomo Sand y terminando por Palestina de Rashid Khalidi.

Shlomo Sand La Invención de la Tierra de Israel Rashid Khalidi Palestina

La Invención de la Tierra de Israel y Palestina

 

“Esta operación radical de ingeniería social a expensas de la población autóctona constituye el modo de actuar característico de todos los movimientos de colonización poblacionales (…) Es en estos términos como mejor puede entenderse la historia moderna de Palestina: como una guerra colonial librada por diversas fuerzas contra la población autóctona para obligarla a ceder su tierra natal a otro pueblo en contra de su voluntad. Aunque esta guerra comparte muchas de las características típicas de otras campañas coloniales, también posee rasgos muy específicos en cuanto que fue una guerra librada por el movimiento sionista y en nombre del movimiento sionista, que en sí mismo era y sigue siendo un proyecto colonial extremadamente peculiar (…) Ese conflicto colonial [fue] llevado a cabo con el apoyo masivo de poderes externos (…) La profunda implicación que tenía para los judíos, como para muchos cristianos, su conexión bíblica con el territorio histórico de Israel (…) Así, lo que inicialmente no era sino un movimiento colonial-nacional de finales del siglo XIX se revistió de un barniz religioso que ejercería un potente atractivo en los protestantes británicos y estadounidenses, siempre proclives a leer la biblia, impidiéndoles ver la modernidad del sionismo y su naturaleza colonial” (Khalidi, 27-28)

“Pero, ¿cómo pudo un movimiento que era fundamentalmente secular por naturaleza, a pesar del manto de tradición en el que se envolvía, basar su derecho a la tierra en textos religiosos escritos en el lejano amanecer de la historia? (…) El nacionalismo judío [sionismo] movilizó un sistema de justificaciones éticas y legales basado en el común denominador del derecho histórico o del derecho de precedencia o, hablando claro, “nosotros fuimos los primeros y ahora estamos de vuelta” (Sand, pp. 202-203)

“El estado judío -escribía Herzl- formaría “parte de una muralla de defensa de Europa en Asia, un baluarte de la civilización frente a la barbarie”. Era este un lenguaje similar al utilizado en la conquista del oeste norteamericano, que terminó en el siglo XIX con la erradicación o el sometimiento de toda la población autóctona del subcontinente. Al igual que en Norteamérica, la colonización en Palestina -como la de Sudáfrica, Australia, Argelia y diversas regiones de África Oriental- estaba destinada a producir una colonia de asentamientos de europeos blancos. El mismo tono que caracteriza la carta de Herzl se sigue reproduciendo todavía hoy en buena parte del discurso sobre Palestina predominante en Estados Unidos, Europa e Israel” (Khalidi, pp. 29-30)

 

Shlomo Sand Invención Tierra de Israel Rashid Khalidi Palestina

Primer congreso sionista en Basel, Suiza (1897)

 

 “A comienzos del siglo XX había una intensa y creciente presión política en gran Bretaña para poner freno a la marea de emigrantes que llegaban de Europa del este y que se percibía como una invasión amenazadora. Muchos sionistas cristianos pedían enviar a los judíos a la Tierra Santa para allí convertirlos al cristianismo mientras que ellos continuaban viviendo en los civilizados y confortables centros cristianos” (Sand, pp. 164-166)

“Balfour era por encima de todo un típico colonialista británico de su época que se esforzaba por promover los intereses del Imperio. Si el establecimiento de un hogar judío en Palestina hubiera entrado en conflicto con sus intereses, él hubiera sido el primero en oponerse a la idea. Pero hacia finales del 1917, en un punto decisivo de la Primera Guerra Mundial, las condiciones se mostraban maduras para la fusión de la ideología y la política. El 2 de noviembre de 1917, el Ministerio de Asuntos Exteriores británico envió el producto resultante de esa fusión [la Declaración Balfour] directamente al despacho del barón Lionel Walter Rothschild”: 

Tengo el placer de transmitirle, en nombre del gobierno de Su Majestad, la siguiente declaración de apoyo a las aspiraciones judeosionistas que ha sido enviada al gabinete y aprobada por él. ‘El gobierno de su Majestad ve favorablemente el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío y usará sus mejores esfuerzos para facilitar el logro de este objetivo, quedando claramente entendido que no debe hacerse nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina, o los derechos y el estatus político que disfrutan los judíos en cualquier otro país’. Estaré agradecido si usted hace esta declaración del conocimiento de la Federación Sionista. (Sand, pp. 168-171)

“Implicaba en la práctica que Gran Bretaña respaldaba el objetivo de Theodor Herzl de dotar a los judíos de su propio estado, su propia soberanía y el control de la inmigración en toda Palestina. De manera harto significativa, Balfour no mencionaba a la abrumadora mayoría árabe de la población (en torno al 94% en aquel momento) excepto cuando aludía de forma indirecta a las “comunidades no judías existentes en Palestina”. Es decir, que se definía a estas últimas en términos de lo que no eran (…) A esta aplastante mayoría de la población sólo se le prometían “derechos civiles y religiosos”, no derechos políticos o nacionales. En cambio, Balfour si atribuía derechos nacionales a lo que él denominaba “el pueblo judío”, que en 1917 representaba tan sólo una pequeña minoría -un 6%- de los habitantes del país (…) Gran Bretaña deseaba primordialmente el control de Palestina por razones geopolíticas estratégicas: (…) el Imperio británico nunca actuaba por razones altruistas. Patrocinar el proyecto sionista servía perfectamente a los intereses estratégicos de Gran Bretaña (…)” (Khalidi, pp. 50-57)

Shlomo Sand Invención Tierra de Israel Rashid Khalidi Palestina

Balfour reunido con líderes del Movimiento Sionista en Palestina, 1925

 

“Una vez finalizada la Primera Guerra Mundial, se inició el desmantelamiento de la sociedad autóctona palestina mediante la inmigración a gran escala de colonos judíos europeos con el respaldo del recién establecido Mandato Británico, que los ayudó a construir la estructura autónoma de un estado paralelo sionista” (Khalidi, pp. 26-27).

“Los sionistas que desembarcaron en el puerto de Jaffa no lo hicieron con las mismas intenciones que albergaban los perseguidos judíos que desembarcaron en Londres o Nueva York, es decir, vivir juntos en simbiosis con sus nuevos vecinos, los anteriores habitantes de sus nuevos entornos. Desde el principio, los sionistas aspiraban a establecer un Estado judío soberano en el territorio de Palestina, donde la gran mayoría de la población era árabe. En ningún caso se podía realizar semejante programa de asentamiento nacional sin empujar finalmente fuera del territorio a una considerable parte de la población local” (Sand, p. 22)

“Los británicos trataron a los palestinos con la misma condescendencia despectiva que prodigaban a otros pueblos sojuzgados, desde Hong Kong hasta Jamaica. (…) La experiencia palestina fue distinta de la de los otros pueblos colonizados en aquella época en la medida en que el Mandato trajo consigo una afluencia de colonos extranjeros cuya misión era hacerse con el control del país (…) Las colonias establecidas por el movimiento sionista a lo largo de la costa palestina y en otras regiones fértiles y estratégicas sirvieron para asegurar el control de la base territorial que posibilitaría la dominación (y en última instancia la conquista) del país una vez que el equilibrio demográfico, económico y militar se hubiera desplazado lo suficiente del lado del Yishuv [nombre dado a la comunidad judía que habitaba en Palestina antes de la fundación de Israel en 1948] pasando de un mínimo de alrededor del 6% del total al final de la Primera Guerra Mundial, a aproximadamente el 18% en 1926” (Khalidi, pp. 72-73)

“La comunidad sionista quedó alborozada por la resolución de 1947 sobre la partición de Palestina y el establecimiento de un estado judío. Sólo habían pasado dos años desde el final de la épica masacre de la judería europea [el Holocausto] y decenas de miles de refugiados a los que se les había negado el permiso para emigrar todavía estaban viviendo en campos temporales, la mayoría en Alemania (el autor de este libro nació y pasó los primeros años de vida en uno de esos campos). A los países occidentales les pareció conveniente librarse de los refugiados judíos canalizándolos a Oriente Próximo” (Sand, p. 232)

Shlomo Sand Invención Tierra de Israel Rashid Khalidi Palestina

Mujeres expulsadas de sus casas de la aldea de Tantura durante la Nakba, 1949

 

“La gran desventaja inicial con la que partieron los palestinos se vio agravada por la enorme inversión de capital y la ardua labor desplegada por la organización sionista, junto con sus sofisticadas maniobras legales, sus intensivas presiones, la eficacia de su propaganda y sus medios militares encubiertos o manifiestos (…) Cuando los británicos se retiraron de Palestina, en 1948, no hubo necesidad de crear el aparato del estado judío desde cero: dicho aparato llevaba ya décadas funcionando bajo la égida británica. Lo único que faltaba para hacer realidad el sueño profético de Herzl era que el estado paralelo ya existente exhibiera su fuerza militar contra los debilitados palestinos al tiempo que obtenía la soberanía oficial, cosa que hizo en mayo de 1948. El destino de Palestina se había decidido ya treinta años antes, pero el desenlace no se produjo hasta que expiró el Mandato, cuando la mayoría árabe del país se vio finalmente desposeída por la fuerza” (Khalidi, 92-93)

“En el verano de 1949 la organización política palestina había sido devastada y la mayor parte de su sociedad desarraigada. Alrededor del 80% de la población árabe del territorio convertido tras la guerra en el nuevo Estado de Israel se había visto obligada a abandonar su hogar y había perdido sus tierras y propiedades. Al menos 720.000 del total de 1,3 millones de palestinos que vivían en el país se convirtieron en refugiados. Gracias a esta violenta transformación, Israel controlaba ahora el 78% del territorio de la antigua Palestina del Mandato británico y gobernaba a los 160.000 árabes palestinos que habían podido quedarse allí, apenas una quinta parte de la población árabe antes de la guerra” (Khalidi, p. 99)

«La Nakba se desarrolló a lo largo de un periodo de muchos meses. Su primera fase, desde el 30 de noviembre de 1947 hasta la retirada definitiva de las fuerzas británicas y la creación del Estado de Israel el 15 de mayo de 1948, presenció una serie de sucesivas derrotas de los palestinos -mal armados y poco organizados- y los voluntarios árabes que habían venido a ayudarlos (…) Así pues, la limpieza étnica de Palestina se inició mucho antes de que se proclamara el Estado de Israel el 15 de mayo de 1948 (…) Sometidos a bombardeos y ataques similares en barrios de población civil escasamente defendidos, los 60.000 habitantes palestinos de Haifa, los 30.000 que residían en Jerusalén Oeste, los 12.000 de Safed, los 6.000 de Beisan y los 5.500 de Tiberíades sufrierton la msima suerte. La mayor parte de los habitantes urbanos árabes de Palestina se convirtieron así en refugiados, perdiendo sus hogares y su sustento (Khalidi, pp. 120-121).

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Lifta, pueblo ocupado y arrasado durante la Nakba, cerca de Jerusalén.

 

“En esta primera fase de la Nakba anterior al 15 de mayo de 1948, la pauta de limpieza étnica aplicada por los sionistas se tradujo en la expulsión y la aterrorizada huida de unos trescientos mil palestinos en total, junto con la devastación de muchos de los principales centros urbanos económicos, políticos, cívicos y culturales de la mayoría árabe. La segunda fase se inició a partir del 15 de mayo, cuando el nuevo ejército israelí derrotó a los ejércitos árabes que se habían unido al conflicto (…) Tras la derrota de los ejércitos árabes y después de que se produjeran nuevas masacres civiles, un número aún mayor de palestinos -otros 400.000- fueron expulsados o huyeron de sus hogares, escapando a las vecinas Jordania, Siria, Líbano, Cisjordania y Gaza (estas dos últimas zonas constituían el 22% restante de Palestina que no había sido conquistado por Israel). A ninguno de ellos se le permitiría regresar y la mayoría de sus hogares y aldeas serían destruidos para evitar que lo hicieran. Aún mayor sería el número de palestinos expulsados del nuevo Estado de Israel incluso después de que se firmaran los acuerdos de armisticio en 1949, y son muchos los que se han visto obligados a abandonar el país desde entonces. En ese sentido, cabe entender la Nakba como un proceso que sigue vigente” (Khalidi, pp. 123-124)

“Muchos palestinos huyeron [en 1948] por miedo y las fuerzas judías utilizaron una diversidad de medios para animarles a que lo hicieran (…) Muchos fueron directamente cargados en camiones y llevados lo más lejos posible. Finalmente, más de cuatrocientos pueblos fueron destruidos y cerca de setecientos mil habitantes -más que toda la población judía del país en el momento- se convirtieron en refugiados sin hogar (…) Desde 1949 Israel se ha negado rotundamente a permitir el regreso de los refugiados (…) Además de esta categórica negativa, el joven Estado de Israel rápidamente promulgó la Ley de Retorno de 1950, una ley que permite a todo el que pueda demostrar que es judío emigrar a Israel y recibir inmediatamente plena soberanía (…)

A pesar de la huida y expulsión de setecientos mil palestinos, otros cien mil consiguieron permanecer milagrosamente en el lugar durante toda la guerra (…) de la noche a la mañana se habían convertido en una minoría en su propio país (…) obligados a vivir bajo un estricto régimen de gobierno militar hasta finales de 1966 (…) aislados en una zona de residencia que sólo podían abandonar con autorización militar (…) Esta situación, unida a la legislación israelí que específicamente prohíbe los matrimonios civiles entre personas calificadas como judíos y los no judíos, permitió al Estado sionista continuar con éxito la puesta en práctica de su política de pura colonización étnica” (Sand pp. 233-235)

Shlomo Sand Invención Tierra de Israel Rashid Khalidi Palestina

Libro «La limpieza étnica» del historiador israelí exiliado en Inglaterra Ilán Pappé.

 

 “En este vacío político posterior a la Nakba irrumpieron los estados árabes, muchos de los cuales, como la Jordania del rey Abdullah, ya habían tratado de someter a los palestinos a su control. Sin embargo, dichos países estaban mucho más interesados en sus propias agendas, en evitar conflictos con su poderoso y agresivo vecino israelí y en congraciarse con las grandes potencias que patrocinaban a Israel. De modo que, en lugar de ser aliados de los palestinos en su resistencia a la guerra de baja intensidad que se libraba contra ellos, los gobiernos árabes se dedicaron a obstaculizar sus esfuerzos y en ocasiones incluso fueron cómplices de sus enemigos. El principal ejemplo de ello fue Jordania, que, tras la anexión de Cisjordania por parte del rey Abdullah, reprimiría con firmeza cualquier expresión de nacionalismo palestino, pero otros estados árabes también impidieron que los palestinos se organizaran o llevaran a cabo ataques contra Israel (…) Los palestinos hubieron de enfrentarse a los gobiernos árabes anfitriones, en particular los de Jordania, Líbano y Egipto. (…) Los nuevos movimientos palestinos tuvieron que repeler los intentos de algunos estados árabes de doblegarlos para sus propios fines” (Khalidi, 144-145)

“El presidente Truman, que mostraba una predisposición favorable al sionismo por sus amistades personales y la influencia de sus asesores más cercanos, estaba convencido de que el pleno apoyo a los objetivos del movimiento constituía una necesidad de política interior. En noviembre de 1945 (…): “Lo siento, señores -declaró- pero debo responder ante cientos de miles de personas que anhelan el éxito del sionismo. Y no tengo a cientos de miles de árabes entre mis votantes” (…) Tras las asombrosas victorias militares de Israel, muchos burócratas y oficiales militares -y, con ellos, la industria petrolífera estadounidense- no tardaron en comprender la posible utilidad del Estado judío para los intereses estadounidenses en la región. (…) El Pentágono pasó a ver a Israel como un aliado potencialmente poderoso. Asimismo, ni los responsable políticos ni las petroleras lo percibían como una amenaza para los intereses petrolíferos de Estados Unidos dada la complacencia saudí en lo referente a Palestina” (Khalidi, pp. 129-131)

“En marzo de 1955, Ben-Gurión propuso lanzar un gran ataque contra Egipto y ocupar la franja de Gaza (…) Cuando las tropas de ocupación israelíes barrieron las ciudades de Gaza y los campos de refugiados de Khan Yunis y Rafah, en noviembre de 1956, mataron a más de cuatrocientos cincuenta civiles, todos ellos varones, la mayoría en ejecuciones sumarias. (…) La postura israelí de que las muertes de los palestinos eran el resultado de enfrentamientos con tropas que iban en busca de fedayines, quedó decisivamente rebatida en el informe de UNRWA: los civiles murieron cuando ya había cesado toda resistencia en Gaza, aparentemente como venganza (…) Los terribles acontecimientos de la Franja de Gaza no pueden considerarse incidentes aislados: lejos de ello, formaban parte de una pauta de comportamiento característica del ejército israelí” (Khalidi, pp. 149-152)

“Las administraciones Truman, Eisenhower y Kennedy mantuvieron unas estrechas relaciones con Israel, ampliando la ayuda económica al nuevo estado, aunque sin llegar a considerarlo un elemento primordial en sus políticas regionales ni aprobar tampoco todas sus iniciativas (…) Esto representaba un cambio radical respecto a la postura adoptada por Estados Unidos en relación con el control israelí del territorio árabe conquistado, y sus consecuencias resultarían desastrosas para los palestinos. El resultado (…) sería la Resolución 242 del Consejo de Seguridad (…) permitía de hecho la posibilidad de ampliar las fronteras israelíes para cumplir con el requisito de “seguridad” según lo determinara el propio Estado de Israel (…)

En el medio siglo transcurrido desde entonces, y con la ayuda estadounidense, Israel se ha saltado a la torera la Resolución [242] (…) lo que le ha permitido colonizar los territorios palestinos y sirios ocupados -algunos de los cuales (Jerusalén Este y los Altos del Golán) se ha anexionado oficialmente- y mantener un incesante control militar sobre ellos. Las reiteradas condenas de las Naciones Unidas a tales iniciativas, carentes del apoyo de la más mínima insinuación de posibles sanciones o una auténtica presión sobre Israel, con el tiempo han pasado a convertirse de hecho en su aceptación implícita a escala internacional” (Khalidi, pp. 165-172)

Shlomo Sand Invención Tierra de Israel Rashid Khalidi Palestina

Calle de Gaza en la Primera Intifada pacífica, 1987

“ Si bien el resurgimiento palestino apenas suponía una mínima amenaza -por no decir ninguna- para Israel en término estratégicos (…) a nivel discursivo planteaba un reto completamente distinto; un reto de naturaleza existencial. El éxito definitivo del proyecto sionista, tal como lo definían sus más acérrimos partidarios, dependía en gran medida de la plena sustitución de Palestina por Israel. Para ellos, si existía Palestina no podía existir Israel (…) Dado que, desde la perspectiva sionista, el nombre de Palestina y la mera existencia de los palestinos constituían una amenaza letal para Israel, la tarea consistía en vincular estos dos términos de manera indeleble -en el caso de que se mencionaran en absoluto- al odio y al terrorismo antes que a una causa olvidada pero justa (…)

Al lograr imponer su presencia en el mapa de Oriente Próximo pese a todos los esfuerzos de Israel, Estados Unidos y numerosos gobiernos árabes, los palestinos lograron recuperar algo que durante mucho tiempo se les había negado, lo que Edward Said denominaba “el permiso para narrar”; esto es, el derecho a contar por sí mismos su propia historia, arrebatando el control sobre esta no sólo al omnipresente relato de Israel en Occidente (…) sino asimismo a los gobiernos árabes” (Khalidi, 186-188)

“El asentamiento judío de Hebrón debe considerarse como un decisivo punto de inflexión en la historia del conflicto palestino-israelí (…) En Hebrón en 1968 asistimos a la aparición de un nuevo tipo de vanguardia que empieza a determinar el ritmo de los asentamientos: graduados de escuelas religiosas y estudiantes de yeshivás nacionalistas, que hasta entonces habían ocupado los márgenes de la cultura israelí, repentinamente se convirtieron en los héroes del momento. Mientras que los colonos sionistas de principios del siglo XX habían sido principalmente seculares socialistas, a partir de entonces el segmento más dinámico de los conquistadores de la tierra vino envuelto en sus talits y con los yarmulkes de lana con símbolos nacionalistas en la cabeza. Ellos también despreciaban a los pacifistas humanistas que cuestionaban la autenticidad de la promesa de Dios sobre la tierra (…) Así nació el movimiento pionero conocido como Gush Emunim, el “Bloque de los Fieles”, que facilitaba la expansión del asentamiento israelí en los territorios ocupados y le permitía alcanzar proporciones mucho mayores de las que hubiera tenido de otro modo (…) Todo el campo sionista sistemáticamente se ha sentido obligado a someterse a las demandas de esta minoría” (Sand, pp. 246-249)

Shlomo Sand Invención tierra de Israel Rashid Khalidi Palestina

Colonos protegidos por el ejército israelí se enfrentan en 2022 a palestinos en el pueblo de al-Mughayer, en la Cisjordania ocupada (Via: Middle East Eye)

 

“Como prueba del alcance de esa campaña de aniquilaciones (…) repetidos intentos de asesinar a Yasir Arafat. El pretexto de que este tipo de asesinatos pretendían asestar un golpe al “terrorismo” sencillamente no cuela cuando el objetivo es el líder de un movimiento nacional, a menos que el propósito sea destruir dicho movimiento. Los líderes de otros movimientos anticolonialistas eran sistemáticamente vilipendiados por sus amos coloniales en parecidos términos -tildándolos de terroristas, bandidos y asesinos-, ya fueran irlandeses, indios, keniatas o argelinos. (…)

La justificación de los asesinatos como un mecanismo de protección necesario frente a los terroristas -que te matarían si no los matabas a ellos antes- parece igualmente vacía de contenido si se tiene en cuenta el hecho de que muchas de las personas asesinadas (como, por ejemplo, Ghassan Kanafani y Kamal Nasser o representantes de la OLP en el extranjero como Mahmoud Hamshari y Wael Zuaytir) eran intelectuales defensores de la causa palestinas, no combatientes militares. Sus iniciativas artísticas se hallaban vinculadas a sus actividades políticas, al tiempo que las complementaban: Kanafani era un novelista y pintor de talento, Nasser era poeta, Zuaytir era escritor y traductor en ciernes. No se trataba en absoluto de “terroristas” sino de las voces más prominentes del movimiento nacional palestino; voces que Israel estaba decidido a acallar” (Khalidi, pp. 199-201)

“Sin embargo, no es ningún secreto que la iniciativa del primer ministro Ariel Sharon [en 2001], que creó una hostil “reserva india” a la que se negaba el derecho a una comunicación directa con el mundo exterior, estaba principalmente dirigida a evadir un compromiso global con los dirigentes palestinos (…) Al mismo tiempo, los asentamientos situados fuera de la valla [de Gaza y en Cisjordania] continuaron fortaleciéndose y se establecieron nuevos puestos de avanzada (…) Como era de esperar, el tema de la seguridad siempre ha proporcionado justificaciones para esta posición, ya que el discurso de la guerra defensiva continúa dando forma a los principales rasgos de la conciencia y de la identidad judeoisraelí” (Sand, pp. 251-252).

“Desde la firma en 1978 de los acuerdos de Camp David en adelante, el principal responsable de imponer la arquitectura de las negociaciones (…) no fue Israel (…) fue Estados Unidos el que aportó el músculo que subyacía a la insistencia en que para los palestinos esta era la única vía de negociación posible, que conducía a un único resultado posible. Estados Unidos no era sólo un cómplice: era el socio de Israel en esta empresa. Esa asociación ha implicado mucho más que la mera aquiescencia o consentimiento de todas las administraciones estadounidenses desde Carter hasta hoy. Ha contado asimismo con el apoyo estadounidense a nivel político, diplomático, militar y jurídico-legal (las cuantiosas sumas de dinero en ayuda, préstamos y donaciones caritativas libres de impuestos aportados para respaldar los asentamientos y la creciente absorción de los barrios árabes de Jerusalén, y el copioso suministro de armas que se cuentan entre las más avanzadas del mundo) para favorecer la colonización israelí de la totalidad de Palestina” (Khalidi, 312-317)

“La llegada al poder de la derecha sionista en 1977 aceleró significativamente el ritmo de los asentamientos (…) en el momento de escribir estas líneas [año 2018] el número de israelíes que viven en los asentamientos [ilegales en Cisjordania y territorios palestinos] sobrepasa el medio millón de personas. No todos son colonos que buscan liberar la Tierra de Israel de los ocupantes extranjeros. Algunos son colonos económicos que viven en la Ribera occidental porque eso les permite tener una casa con alguna tierra y una vista a la montaña a un precio de saldo. Además, con la ayuda de la generosa financiación del gobierno, el nivel de calidad de los servicios pedagógicos, médicos y sociales en los asentamientos pioneros es muy superior al que se alcanza dentro del Israel de la Línea Verde. Mientras que el estado del bienestar en la segunda se derrumba bastante deprisa, en los territorios ocupados ha aumentado y prosperado. Algunas personas incluso compran casas en esos territorios como una inversión” (Sand, p. 249)

Shlomo Sand Invención Tierra de Israel Rashid Khalidi Palestina

Movimiento de colonos que desde diciembre de 2023 promueve el «Retorno a Gush Katif», para ocupar definitivamente Gaza (Fuente: Times of Israel)

 “Con el control total de la franja de Gaza en manos de Hamás, Israel impuso un asedio en toda regla. La entrada de bienes en la franja se redujo al mínimo; las exportaciones regulares se detuvieron por completo; se cortaron los suministros de combustible y sólo raras veces se permitía la entrada o salida de personas de Gaza. En la práctica, Gaza se convirtió en una cárcel a cielo abierto, donde en 2018 al menos el 53% de sus alrededor de dos millones de residentes palestinos vivía en la pobreza (…) Esta secuencia de acontecimientos equivalía a una nueva declaración de guerra contra los palestinos, además de proporcionar la indispensable cobertura internacional para la guerra abierta que iba a venir.

 (…) En estos tres grandes ataques perecieron un total de 3.804 palestinos, de los que casi un millar eran menores, mientras que el número de muertos israelíes fue de 87 (…) Sin embargo, esa información se hallaba mayoritariamente ausente de la cobertura de los principales medios de comunicación estadounidenses, que se centraron sobre todo en el lanzamiento de cohetes contra objetivos civiles israelíes por parte de Hamás y la yihad islámica (…) Dicha cobertura mediática logró ocultar la naturaleza extremadamente desproporcionada de este desigual conflicto: uno de los ejércitos más poderosos del planeta utilizaba todo su poderío contra un área sitiada de trescientos sesenta kilómetros cuadrados, que se encuentra entre los enclaves más poblados del mundo y cuya población no tenía forma alguna de escapar de la lluvia de fuego y acero” (Khalidi, pp. 339-343)

“En 1917, Arthur James Balfour declaró que en Palestina el gobierno británico no tenía “siquiera la intención de pasar por el formulismo de consultar los deseos de los actuales habitantes del país”. Las grandes potencias -siguió diciendo- estaban comprometidas con el sionismo, “y el sionismo, sea acertado o equivocado, bueno o malo, está arraigado en tradiciones seculares, en necesidades presentes, en esperanzas futuras, de una importancia mucho más profunda que los deseos y prejuicios de los setecientos mil árabes que hoy habitan esa antigua tierra”. Cien años después, Donald Trump reconocía a Jerusalén como capital de Israel, afirmando: “Hemos dejado a Jerusalén fuera de discusión, así que no tenemos que volver a hablar de ello”. Asimismo, el presidente estadounidense le dijo a Benjamin Netanyahu: “Has ganado un punto, y cederás algunos puntos más adelante en la negociación, si es que alguna vez se lleva a cabo. Aunque no sé si alguna vez se llevará a cabo” (…)

Durante décadas, Estados Unidos ha adoptado una actitud ambivalente, defendiendo de boquilla la existencia de los palestinos al tiempo que intentaba borrarlos del mapa de Oriente Próximo. (…) Estados Unidos, la gran potencia imperial de la época, como Gran Bretaña antes que ella, brindó su pleno respaldo al movimiento sionista y al Estado de Israel. Pero en Palestina han estado intentando hacer algo imposible: imponer una realidad colonial en una era poscolonial (…)

Con la creación del Estado de Israel, el sionismo logró dar forma a un potente movimiento nacional y posibilitar el surgimiento de un nuevo y floreciente pueblo en Palestina. Pero no pudo suplantar por completo a la población originaria del país, que es justamente lo que habría hecho falta para el triunfo final del sionismo. (…)

Todavía existe la posibilidad de que Israel intente repetir las expulsiones de 1948 y 1967 y deshacerse de algunos más o de todos los palestinos que permanezcan tenazmente en su tierra natal (…) Existe el creciente temor de que en los últimos años la expulsión se haya convertido en una perspectiva más probable que en ningún otro momento desde 1948, puesto que los nacionalistas y colonos de marcada tendencia religiosa han pasado a dominar los sucesivos gobiernos israelíes, se formulan planes de anexión explícitos para Cisjordania y los principales parlamentarios israelíes abogan por la expulsión de toda la población palestina o parte de ella (…) al mismo tiempo que desalojan a algunos de ellos de sus hogares y aldeas en Cisjordania y el Néguev, en el propio territorio de Israel, mediante la demolición de viviendas, la venta fraudulenta de propiedades, la recalificación y muchos otros métodos (…)

La ventaja de la que ha disfrutado Israel para mantener su proyecto reside en el hecho de que en Palestina la naturaleza básicamente colonial del enfrentamiento ha pasado inadvertida a ojos de la mayoría de los estadounidenses, así como de muchos europeos. Israel les parece un estado-nación tan normal como cualquier otro, enfrentado a la hostilidad irracional de unos musulmanes intransigentes y a menudo antisemitas (que es como muchos ven a los palestinos, incluso a los cristianos que viven entre ellos). La difusión de esta imagen constituye uno de los mayores logros del sionismo y resulta vital para su supervivencia (…) Desmantelar esa falacia y evidenciar la auténtica naturaleza del conflicto es un paso necesario si se pretende que los palestinos y los israelíes realicen la transición a un futuro poscolonial en el que un pueblo no utilice el apoyo externo para oprimir y suplantar al otro (…)

La cuestión de hacia dónde conduce esta ideología quedaría de manifiesto en las palabras no menos contundentes de Miki Zohar, miembro del Likud y parlamentario de la Knéset [y actualmente, en 2024, Ministro de Cultura y Deportes del Gobierno de Benjamin Netanyahu]. “El palestino -declaraba- no tiene derecho a la autodeterminación porque no es el propietario de la tierra. Lo quiero como residente por una cuestión de honestidad personal, puesto que nació aquí, vive aquí y nunca le pediría que se fuera. Pero, lamento decirlo, adolecen de un importante defecto: no nacieron judíos” (Khalidi, pp. 363-373)

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Rashid Khalidi «Palestina. Cien años de ocupación y colonialismo»

 

“En su quinta década de existencia, la ocupación parece estar pavimentando un sendero territorial para el desarrollo de un Estado binacional, ya que la creciente penetración de colonias israelíes en áreas palestinas densamente pobladas parece impedir cualquier intento de una futura separación política. Sin embargo, a nivel psicológico, la naturaleza opresiva del control israelí, la crítica internacional y -lo más importante- la violenta y desesperada resistencia palestina, contribuyen a que muchos israelíes tengan la percepción cada vez más profunda de ser “un pueblo que habita solo” (Números 23, 9). La postura mantenida por el ficticio ethnos israelí  refleja una mezcla de desprecio y miedo hacia sus vecinos, generada por su propio carácter de ficción y su propia falta de confianza en su identidad cultural nacional (especialmente frente a Oriente Próximo) Los israelíes continúan negándose a vivir , y ciertamente a vivir en igualdad, con los Otros que habitan entre ellos (…)

Hasta ahora no hemos asistido a ningún cambio decisivo de la opinión pública en dirección a la masiva eliminación de los asentamientos y un compromiso justo respecto a Jerusalén (…) todavía no ha aparecido un serio movimiento masivo por la paz (…) en realidad las corrientes ethno-religiosas y seculares-racistas se han hecho más fuertes. Las encuestas realizadas en estos momentos reflejan que el 70% de los judeoisraelíes ingenuamente todavía creen de forma sincera que ellos son los miembros del pueblo elegido (…)

Mientras Estados Unidos -bajo la presión de los lobbys evangélicos y judíos prosionistas, así como de representantes de la industria del armamento- continúe apoyando el statu quo y dando a Israel la sensación de que sus políticas son legítimas y su poder ilimitado, las oportunidades de progresar hacia un compromiso positivo son, en el mejor de los casos, mínimas (…) Durante cada uno de los asaltos del conflicto nacional sobre Palestina, el conflicto más largo de la era moderna dentro de su clase, el sionismo ha intentado apropiarse de territorios adicionales y, como hemos visto, una vez que esos territorios quedaban consagrados desde una perspectiva nacionalista, suponía un esfuerzo inmenso el renunciar a ellos (..) Incluso aunque el mundo pudiera ser convencido de que el objetivo del sionismo ha sido encontrar un lugar de refugio para los judíos perseguidos, y no la conquista de una imaginada tierra ancestral, el mito ethno-territorial que impulsó a la empresa sionista y que constituyó uno de sus bases conceptuales más sólidas no puede ni está dispuesto a retirarse” (Sand, pp. 252-258)

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Shlomo Sand «La invención de la Tierra de Israel»

 

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